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Él eligió al perro; yo elegí el imperio

Capítulo 4 

Palabras:1133    |    Actualizado en: 18/11/2025

vista d

a ningun

a debajo de ella era inconfundible. Dio un paso h

ación de Carla esta

gre me

ue has hecho, ¿esperas que me siente allí y la aplauda, sabiendo

, cruda de incr

e razonable-. Finalmente está obteniendo el reconocimiento que merece

as fueron

cir traición! ¿Y esperas que esté feliz por la m

rraron en puños

lia -dijo, sus ojos entre

itó con su f

agarre como hierro. Intenté alejarme, pero era demasia

se vería bien para ninguno de l

z un susurro bajo

taría "celos". Y no q

iento o incluso arrepentimiento. Pero no había nada. Solo un vacío frío y calculador. Mi última pizca de

a palabra sabien

u juego.

dedos todavía quemando mi piel. Una peque

na c

ya llamando para q

e baile brillaba con mil luces, un testimonio del "éxito" de Carla. Mientras Alejandro me guiaba por la alfombra roja, una oleada de susurros nos siguió. Mi nombre, una vez sinónimo de innovación y arte, era ahora un escándalo susurrado. V

urlarse de mi propia sombra. Agarró un trofeo reluciente, su voz em

un hombre increíblemente

a recorriendo la sala, d

ntable y su dedicación incansable

osesiva en sus ojos. Era una mirada que una vez anhelé, una mirada que había estado reservada para mí. A

por mi mente. Mentiras. Todo mentiras. Un dolor hueco se instaló en lo profundo de mi pecho. Nun

Alejandro, echándole los brazos al cuello. Sus labios se encontraron en un beso largo y persistente, una declaración pública de su

las luces del salón de baile convirtiéndose en un caleidoscopio de dolor. Mi corazón era una cosa marchita en mi pecho, e

sus ojos brillando de triunfo. Se acercó

a. Qué bueno qu

amente dulce, gotea

ecir, mi voz apenas u

sanchó, sus ojos

sí? Fingiendo que eras la mejor, la más brillante. Pero yo s

ó a un sis

s preciosas fórmulas? ¿Tus brillantes ideas? Siempre es

rca, su aliento c

tiempo. Incluso cuando estabas en su cama, yo estaba en su corazón. Y en su casa. Mientras estabas atrapada

e de ácido, quemando los últim

n una rabia tan profunda que me sacudió hasta l

se rió, un sonido

a. Una pequeña tonta ingenua

s ojos, ya caminando de regreso hacia Alejan

tamente, su delicado tintineo convirtiéndose en un repiqueteo frenético. El suelo bajo mis pies tembló, un profundo estruendo vibrand

orme grieta se extendió por el ornamentado techo, haciéndose más ancha con una velocidad aterradora. La gente grit

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