Por favor, no te enamores
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e parecía devorarle desde dentro, habían pactado todo con meticulosa precisión, un matrimonio por contrato, una farsa cuidadosamente elaborada para el mundo exterior. Entre ell
a intensidad de un relámpago, los periodistas se encontraban inmersos en su labor, documentando cada detalle de lo que era, en esencia, una gran mentira y eso
de aquella visión, Sofía estaba radiante, una presencia casi etérea que parecía iluminar la habitación con su sola existencia, con su vestido, perfectamente ajust
ahora, en "su boda falsa". Su corazón, que hasta aquel momento había latido con un ritmo pausado y predecible, comenzó a golpear con fuerza contra su pecho. Fue un golp
que repetía en su mente se desvanecían como humo, no podía apartar la vista de ella, y en ese momento, algo dentro de él cambió. Sofía ya no era simplemente una socia en aquel acu
a, eso no era parte del plan, nada de aquello debía suceder, le repetía su lado razonable, pero su cuerpo y su corazón parecían haber decidido seguir su propio cami
ojos, como un cielo despejado que parecía contener promesas de calma en medio de su caos, la forma en la que su cabello rubio caía en cascadas suaves, reflejando la luz como
do en su habitual ritmo disciplinado, comenzó a latir con fuerza, como si intentara abrirse paso fuera de su pecho, algo que lo asusto, se sintió repentinamente vulnerable, expuesto, como un navegante que se adentra en aguas desconocidas sin mapa ni brújula. ¿Qué era esto? ¿Po
ulce y serena, resonó en el espacio con un
e, de hoy en adelante, en
su voz, parecía estar cargada de autenticidad, y era así, porque allí estaba ella, de pie a su lado, como un ancla en medio de la tempestad que había sido su vida desde que se hab
aban, cada uno roto a su manera, y ahora, en este momento inesperado y surrealista, Alexander supo que algo mucho más grande que un simple contrato los estaba atando y
bre sus hombros como una sombra implacable, haciendo que se sintiera más vulnerable que nunca y que decir de cada mirada de los presentes,
s preguntas se repetían como un eco cruel en su interior, aunque fuese un matrimonio falso, pero la realidad era ineludible, la necesidad la había empujado a este momento, las deudas acumuladas por las decisiones imprude
era su jefe, comenzó a repetir las palabras del juez de paz, cada frase pronunciada con una calidez inesperada, una sinceridad que perforó las barreras que Sofía ha
por abandonarla en una tormenta que él mismo había desatado, la amargura de esas memorias era un peso constante, pero, al mirar a Alexander, algo cambió. Su jefe no era como los demás, lo había visto ser un pa
apenas comenzaba a florecer. Alexander le inspiraba confianza, una sensación que no había experimentado en mucho t
que fue ganando firmeza, porque en su interior, sentía que estaba sellando más que un acuerdo; estaba dando un salto hacia lo desconocido, hacia la posibilidad de un futuro que aún no podía imaginar. Ale