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Olvidaste que era una Morgan

Olvidaste que era una Morgan

Autor: Gavin
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Capítulo 1 

Palabras:1254    |    Actualizado en: 07/11/2025

ada, soportando la aventura pública de mi marido. Lo hice todo po

busca de ayuda. Me miró con asco y escupió que tod

exigió que me disculpara con su amante.

ándola en el muelle, una familia perfecta recortad

de mi amor por ellos s

no era solo una ama de

de emergencia que mi padre multimil

ítu

vista d

edes perdonar a un hombre por ser infiel, pero no p

surrada entre copas de un Chardonnay que costaba más qu

ofía Garza, la mujer cuyo esposo, el magnate de la tecnología Javier Montes, no

nte y en el ligero cansancio que parecía no poder ocultar. Veían a una mujer que se había quedado atrás, una reliquia de un pa

as compasivas. "Sacrificó todo

tas de riesgo que idolatraban a Javier, lo veían de otra manera. No me compadec

ción sin esfuerzo- y veían a un conquistador. Lo tenía todo: el imperio, la esposa trofeo en casa y el nuevo y b

estaban e

ategia. Mi silencio no era aceptación. Era

andono en privado y el lento y aplastante bor

te

tro

ondicional. Y en nuestro mundo de abogados despiadados y feroces batallas de relaciones públicas, una espo

r. Fingí no ver las fotos de las revistas de chismes, no escuchar los susurros

ndición. Se había acostumbrado tanto a mi sumisión q

medio de nuestro gimnasio con paredes de cristal. Estaba entrenando para otro maratón, otra exhibición pública de su d

gido la palabra

nos entrelazadas frente a mí, la

e, mi voz baj

su ritmo

tamos h

ocupado

nto. El primer movimiento en una guerra que é

el div

iera me miró. La pura audacia de mi declaración, la pura imposibilidad de la misma

a idea de decirlas en voz alta había sido una fantasía aterradora. Ahora que estaban dichas, flotando en el aire e

la pierna por encima, agarrando una toalla

eguntó, su voz despectiva. Ahora estaba revisando su telé

era menos importante que la

notificación. Una vibración específica. Una qu

s microexpresiones durante diecisiete años, fue un evento sísmico. Su rostro se suavizó, las du

pero fue demasiado tarde. Habí

mi

onrisa en su rostro se amplió mientras leía la respuesta de

aberlo. Otra era verlo, presenciar el afecto que me neg

vez, con un filo de acero que no había escuchado

o si yo fuera una mosca zumbando que no podía espantar. Arroj

n la crueldad casual que se había convertido en su prin

estatura cerniéndose sobre mí, una táctica

. "¿Crees que algún juez en este estado le dará la custodia a una ama de casa d

Pensó que la amenaza de perder a mi hij

s y arrogantes, me di cuenta de al

había

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