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Siete años, una mentira de cuatro años

Capítulo 4 

Palabras:1175    |    Actualizado en: 04/11/2025

El

ción de alivio desesperado, ahora se iluminaron con un t

o. Extendió la mano hacia la caja-. ¿Te compraste algo bonito? ¿Un r

fuera de su alcance. Una idea fría y ve

e, mi voz suave

mí? Nena, no tenías que hacerlo. -Ya se estaba imaginando m

sé -

camente rebotando sobre las puntas

el aire entre nosotros-. Es un regalo de c

o un vuelo hacia una nueva vida. El día que llegaría

ensaje final. Mi último testamento

condescendientes sobre lo afortunado que era Bruno de tener una esposa que lo amaba tanto que lo asustab

sentó a mi lado en el sofá mientras veíamos películas que habíamos visto una docena de veces. Estaba recreando los primeros días de nuestra relación, un

que suave, casi podía olvidar al hombre cuyas manos habían estado en el cuerpo de otra mujer. Mientras s

tal. Vibraba incesantemente en mi bolso, una serpie

í

terpretaba al esposo perfecto frente a mí, ella me e

s de que ganaras el Pritzker. Dijo que necesitaba a alguien q

sita a mí. Dice que tu amor es como un monumento

ga, Elena. Tú solo eres un parc

ude pasar tanto tiempo en la firma... y con tu esposo. Realme

dos para despojarme de mi dignidad, para hacerm

gesto de su afecto fabricado. Estaba sola en la sala. Mi celular vibró. Miré la

cta, calculó el tamaño del archivo, la duración. Probablemente de tres a cinco minutos. Cin

ra esto. La pieza final de evidencia

botón de reproducción. Bruno

né rep

ía afirmado que era para una "conferencia de tecnología" el mes pasado. Él estaba encima de ella, los

voz de Kía, entrecortada y provo

rse. Solo gruñó: -No

¿Miedo de sent

ra, directamente a mí. -El sexo es sexo, Kía. El amor es amor. So

dijo, como si estuviera discutiendo un

ti? -se quejó Kía, su voz incliná

lvo -murmuró, inclinándos

. Ya no quiero ser tu secre

s tener lo que quieras. Dinero, coches, una casa. Cu

ntó, su voz bajando a un susu

él durante años. Siempre lo posponía. "Todavía no, El. La empresa está en una

, una extraña expresión en su rostro. No er

, su mano deslizándose por su estómago, fuera d

urrando algo contra la piel de ella que el micrófono no captó. Pero

sto cuando la puerta

chocolate! -anunció Bruno alegremen

emblor en mis manos. -Vaya, El. Pareces com

lo estaba viendo un vid

mesa. Su desdén casual, su completa falta de curiosidad sobre lo que podría haberme molestado

mi voz hueca-. Nunca

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