Destinos errantes
lia
stras miradas se cruzaron, una sensación de culpa se instaló en mi pecho al recordar lo de la noche anteri
una palabra. Ni un "buenos días" ni algo parecido. Su
rayecto era incómod
yer -dije, finalmente rompiendo el hielo. Mi mirada estaba
lo negra, pantalones de mezclilla azul y unos deportivos negros. A pesar de su atuendo sencillo, Esteban siempre
ías a la universidad? -soltó,
utobús, ¿sabías? -repliqué, esta
apar una ri
sen? Emilia, tu personalidad llama demasi
cabello teñido de rojo o a algo más, pe
spacios vacíos frente a su facultad. La mía estaba
o era su forma de castigarme. Por una parte, agradecía todas las atenciones que tenía conmigo si fuera un patán ni siquiera se hubiera tomado la molestia de
buen día, Esteban -dije
briela, mi mejor amiga desde el primer año de universidad, agitaba la mano con entusiasmo. Ella estudiaba filosofía y letras no por amor a la lectura, sino porque sus padres eran peri
me dejé cae
su pelea. ¿Es cierto? -preguntó en cuanto me senté. Su tono era tan curioso como preo
intentando apare
ntonces -respondí, e
erior. Habíamos ido a la fiesta de aniversario de la facultad de Economía, donde Esteban
chó un momento en que me quedé sola para acercarse y restregarme en
o. Terminamos porque él ni siqui
los ojos llenos de una empatía que, por
ban teniendo problemas en su relación -dijo Gabriela
risteza, negand
con Marcela -musité en voz
egundo, pero luego su rostro se t
clamó, alzando la voz, pero
al salón. Gabriela, consciente de la situación, se llevó la
r del todo su curiosidad. Era evidente que había escuchado lo que Gabs alcanzó a gritar
.
ro D
manastra. Aunque lo supiera, no podía negar cuánto me atraía. Era una atracción irracional, peli
mí. Había algo perturbadoramente satisfactorio en eso. No podía evitar imaginar la cara de su madre si se enterara de lo que ocurrió entre nosotros. De a
ntos personales que atender, pero la realidad era otra. Necesitaba hablar con Emilia. No solo para asegurarme de que guardara sile
o. Todo debía seguir en orden, sin errores, sin desvíos. Pero, aun con esa certeza, había algo en mi interior que me i
.
lia
tar el día soleado de primavera bajo la sombra de nuestro árbol favorito. Frente a nuestra facultad había un jardín en
embargo, al levantar la vista, me llevé una sorpresa: Esteban y algun
mismo que yo? -sus
io, con el estóm
alón. Tal vez está esperando que term
nuevo, sin
uvimos la última clase -respon
mo Gaby me apretaba
para acá! -gritó en un susurro
quería demostrar? ¿Que no me necesitaba? ¿Que ya tenía a mi reemplazo? Después de la mañana que t
ión. Un auto se detuvo en el estac
surada, guardando mi libro en la mochila mient
ue acababa de llegar y vio
ico tan guapo? -p
nte, aunque no estaba segura
brió la puerta del copiloto para mí. Subí de inmediato. Él regresó al asiento del conductor, encendió el auto y ace
se detuvo frente a una plaza cercana a la un
ranquila y mucho más suave que la de antes-. Creo que el destino nos jugó un
é res
más no
r -sugirió, sal
ero. Bajé y comenzamos a caminar uno junto al otr
n Esteban Cazares? -p
do la mirada. Pensar en Esteban me provocaba una ext
resarán? -insistió, con un
tra chica, y ella dice
í. Su mirada penetrante se clavó en la mía
sinceridad. Luego añadió-: Te daré un consejo. No necesitas quererlo para estar con él. Que se
ño y me cruc
icia a tu padre
ió con
algo que papá podría concederte: un coche para ir a la universidad, dinero, un viaje... O tal vez
mo una idea que no podía ignorar. Había
sité, más para
aro no gritaba ni exigía como mi padrastro. Había un pragmatismo inquietante en sus palabras. La pr