la doctora del mafioso
go de pie y, cuando el cuerpo entiende que tiene permiso, me rompo. Me siento en el banco, el plástico cruje como un
r fin-. En el m
o me caiga. Me abraza con esa fuerza que solo las amigas saben med
susurra-. Es
ntra su carril, llega la conversación que venía espera
, firme pero sin filo-. Las
-la frase me sale más áspera de lo
egida. Cuando empezó a cancelar, cuando llegaba tarde sin avisar, cuando hiz
-lanzo, y me duele apenas lo digo. No
olpe. Elige la parte di
como debía. Pero ahora mírate. No quiero que
que no me guste p
adie -digo-. So
incómodo que igual te sostiene. Afuera, el hospital ordena bandejas
suave-. Respirar. Pasos cortos. Decisiones
solver nada -respondo-.
y lo dice como quien tra
buscar el carnet, encontrar un bolígrafo que no raspe. Me lavo la cara; el agua delr con él? -pr
debía estar, en mi nombre apretado en una
go una versión de mí que p
bro -dice-. Y si ap
digas nada». «No vuelvas a buscarme». Los borro todos. Otra decisión pequeña: no escribir nada.
e hiciste ahora -pedirme es
imos pedir con fallar. Yo pedí y ella vi
digo-. No m
suelto
o que conozco: carritos, timbres, radios con mala cobertura, chistes que s
y un clip entre los dedos. Su peinado no tiene una sol
-, te dejé sala 3 completa. Como
y la obediencia m
ricto -añade. La frase es
bandeja a un centímetro de mi codo, como si marcara territorio. Veo su sombra caer sobre el m
llamas -dice Amanda-
-le digo-. Au
sto la almohada; a un joven le explico por qué el ayuno es importante con palabras que no suenen a receta; a mí me recuerdo qu
otra enfermera. Al pasar, el susurro sube lo ju
e lloró -di
espego con el único gesto que puedo: seguir. Aprieto el bolígrafo.
omo si la hubiera llamad
no solo para tragar piedras. Amanda no ofrece discursos, ofrece
s? -me pregunta, y no hace
lento, en los pasillos que amplifica
pondo-. Hoy
ce-. Llegar e
tamina la risa un segundo. Un segundo es mucho en un día así. Lo guardo en
la ventana del fondo, Santa Aurelia se adivina por una rendija: autobuses que bostezan, panaderías con olor a m
tiembla. En el margen de una hoja, sin querer, escribo mi nombre más lento: Clara Montalbán.
nuevo-. Si en algún momento no puedes, me busca
. Y ahora lo
casilleros y el mío, por arte de magia, aparece más abajo. Lo dice "para que tengas a mano los
ene en la cara -comenta, cas
e sí puedo: mis manos, mi voz, mi paso. El resto lo dejo pasar como se deja p
ue no necesita. Santa Aurelia estira la mañana. Yo, por primera vez desde el
ombrarme: «Dicen que lloró». Me giro, no para enfrentarlas, sino para ubicarm
e hoy, control cruzado en Sala 3. Enfermería verificará la ejecución y solicitará co registro de indicaciones. Responsab