la doctora del mafioso
a aire frío y, con él, u
é te
o el cuarto como si fuese suyo de siempre. No saluda. Me
o-. Llegó con compañía. Ya sostiene el
a-. Si esperamos,
l; huele a juego. Respiro. El box no
zar este piso, perdemos la ca
aldo. Amanda se mantiene a mi costado, baranda invisible
a su pecho y luego el pasillo-
do-. Nadie pierde tiempo
circular que ya cuelga en el corcho y d
raslado -resume-.
Yo priorizo el flujo. -
esto de impacienc
-exige-. Nada de
-marco-. Se evita cruce con visita
ene la radi
nfirma el celador-. Aviso
e una jugada. No la robé: la anticipé. Am
s -orde
l pasillo aprende nuestra coreografía sin preguntar. Romina empuja un
la tensión vib
irijo yo -murmura Vel
ipo -corrijo-. Y que él no espera
ía ser admonición o respeto. No lo ne
no huele a metal dispuesto. El equipo de pabellón es un rel
él -anuncia Larra, s
piten los tra
. Me basta. Yo no opero: sostengo.
as: que cumplo la circular y que mi presencia ahorra explicaciones cua
ene cam
suelve Velasco. Mir
ario de co registro. Esta
. Ha entendido que aquí la autoridad
conviven ruidos que no necesitan traducción: la rueda que canta, el zum
arra, sobrio-. El tiempo es l
n puesta. Amanda me alcanza su termo, un sorbo que sabe a metal cáli
lencio distinto: el de lo que sobrevivió a un filo. N
a -dic
n una prolijidad que, por fin, sirve a la ruta y no al chisme. Velasco se queda dentro, en su
e más ancho recibe un mensaje, lo
ba es
que no me separe. No me hace falta repetirl
victoria. UCI nos abre como una casa conocida
e vuelta en su mapa-. La baran
. Larra firma lo que hay que firmar sin dar discurso. Velasco no aparece: está donde tiene que estar. Romina alcanza el formulario a la altura correcta; l
a, bajito, como quie
mos -r
fueran marcos. No entran. No estorban. A
dos en la baranda para sentir el pulso del cuart
luego vuelve a cerrarlos. En el pasillo, uno de los trajes dice algo en voz baja que no al