Mi corazón agonizante, sus votos crueles
vista d
su rostro se desvaneció, reemplazado por un destello de furia pura e inalterada.
ñó, su voz como el chasquido de
ro torcido en una máscara de despreci
Mis piernas se sentían débiles, todo mi cuerpo temblaba. "Elías, solo q
cioso que he oído en todo el año". Se acercó a mí, su sombra cayendo sobre mí, envolviéndome.
u cuerpo, el olor de su colonia mezclándose con la tierra húmeda. S
sa. Puntos negros da
ro a centímetros del mío, sus ojos ardiendo con un dolor tan profundo q
ché. No me defendí. Un pensamiento extraño y sereno flotó a través del pánico: Q
a comenzaba a deshilachar
s pulmones. A través de mis ojos llorosos, lo vi. Un destello de algo en los suyos. No era piedad. Era un
si todavía había una parte de él que no po
ó el momento. Se acercó trotando, pasando su brazo posesivamente por e
ido, encerrada. Se apartó de mí como si yo fuera un pedazo de basura en el su
"Vámonos", le dijo
uejó ella, apoyándose en él. "E
la soltó una risita y se subió. Él se levantó sin esfuerzo, llevándola
sando en su hombro. La imagen era un cuchillo, retorciéndose en
o, y él me había cargado montaña abajo así. Se había quejado todo el camino, bromeando s
ruñó con una sonrisa. "Voy a tener que empezar a h
ndo. "¡No le hagas caso, Jimena! Le enca
nura- se había ido. Todo le pertenecía a
a, obligándome a ponerme de
me miró por encima del hombro,
con
u presencia por más tiempo", escupió, cada palabra un dardo con pu
una prisionera siendo escoltada de regreso a su celda. Tenía la sensació
ara, ahora en el asiento del pasajero, estaba encima de Elías, su
a para que la oyera claramente. "Ha pasado tant
, para. Estoy conduciendo". Su voz era un gruñido
linó para susurrarle algo al oído. Su mano se
en el volante. Vi su garganta mov
or, encontrándose con los míos. No había cali
olante, deteniendo el auto en e
us ojos estaban oscuros, su voz
jat
se heló.
su voz bajando a un sus
i abrigo. Lo miré fijamente, mi coraz
e una impaciencia venenosa. "No
l arcén de grava. La puerta del auto se cer
itaba ver. Sus suaves gemidos, sus gruñidos guturales, el crujido rítmico de la suspensión...