El adiós número noventa y nueve
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tro futuro perfectamente trazado para el Tec de Monterrey. Pero en nuestro último año, se enamoró de una chica nueva, Catalina
la. Javi se lanzó sin dudarlo un segundo. Pasó nadando justo a mi lado mientras yo
sus amigos, volteó a verme, con el cuerpo tembland
dijo, su voz tan fría como el a
izo añicos. Fui a casa, abrí mi laptop y di
sino a la NYU, al
ítu
ana
que Javier Lira me rompió
iados en el mismo aliento desde que éramos niños construyendo fuertes en su patio. Éramos novios de la infancia, el mariscal de campo y la bailarina, un cliché andante de la realeza de la prep
mar de Cancún en un día despejado. Era su forma de moverse, una confianza casual que rozaba la arrogancia, como si el mundo fuera suyo para
a cicatriz sobre su ceja era de una caída de su bicicleta cuando tenía siete años, y él sabía que la melodía que yo tarareaba cuando estaba nerviosa era de una canción de c
último año, el map
es e inocentes y una historia para cada ocasión. Era hermosa de una manera
esta escuela -le había dicho, con voz seria-. Catalina es nueva aquí, le está costando tr
dejándose caer en mi cama y hundiendo la cara en mis almohad
sando mis dedos por su cabello-. Te
ngenu
"se perdía" de camino a la biblioteca. Luego llegaba tarde a nuestras citas para co
ración de su "deber". Me rodeaba con sus brazos, me besaba la
go se convirtieron en encogimientos de hombros indiferentes. Su teléfono vibraba con el nombre de
blaba y mis manos estaban sudorosas. -Ya no puedo
sus ojos llenos de un pánico que no había visto desde que teníamos quince años y pensó que me h
c
levar a Catalina a una "emergencia familiar" que resultó ser una bolsa o
promesas y recuerdos de nuestro pasado compartido. Me recordó nuestro
e
enazas, una vez nacidas del dolor genuino, se convirtieron en súplicas vacías. Y Javi, aprendió. Aprendi
un berrinche infantil. -Eli, relájate -decía, con tono aburrido, mientras le enviaba m
lo había hecho.
dejando un sabor amargo y persistente en mi boca. Pero esta, la nonagésima no
rca azul brillante que reflejaba las luces colgantes. Catalina, con un vestido ridículament
cruzó su mirada con la mía. No había disculpa en su
gua fría fue un shock, mi vestido se volvió pesado al instante, hundiéndome. Chapoteé, tratando de encont
lado. Rodeó a Catalina con sus brazos, llevándola al borde de la
ores de sus amigos, volteó a verme, con el
dijo, su voz tan fría como el a
por mis mejillas en ríos negros. Me quedé allí, goteando y humillada, mient
las miradas de lástima y burla de nu
vacía mientras caminaba a casa
a solo otro giro en nuestra vieja y cansada danza. Proba
una vez, y lo vi riendo, con su brazo
abía aferrado durante años, finalmente se hizo polvo. No f
ésima no
a una ce
Fui directamente a mi laptop, mis dedos moviéndose con una claridad que se sentía extraña. Abrí el portal
tado de mi solicitud, mi carta de aceptación brillando
bía estado atormentando, de repente se sintió como una señal del universo. Querían que
ic en e
onfirmación. "Bienvenida
a repentina película de lágrimas. Pero no eran lágrimas de de
nube. Me desetiqueté de años de fotos en las redes sociales. Quité los retratos enmarcados de
año, el ramillete seco de nuestra primera graduación, el pequeño relicario de plata con nuestras iniciale
de lo que debería. Contenía
abía ganado en una feria cuando teníamos diez años. Lo sostuve por
os junto a la alberca. Tu
la caja y la cerré