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El adiós número noventa y nueve

Capítulo 2 

Palabras:1880    |    Actualizado en: 28/10/2025

ana

ento del copiloto. El sol brillaba, el cielo de un azul perfecto y burlón. Se

a cuando me vio. -¡Eliana, cariño! Pasa. Javi está arriba en su cuarto. -Me

e, mi voz firme mient

, pero me hizo pasar. -Ha estado de mal hu

en la casa silenciosa. La puerta de su habitación es

puerta s

abeza en su hombro. Llevaba puesta su camiseta de fútbol americano, la que tenía "LIRA" y su número impresos en la espal

stómago. El aire se me escapó de lo

un brillo petulante y triunfante. -Oh, Eliana. No te oí entrar. -Se acurrucó más cerca de

ón ilegible por un momento antes de endure

apodo de la infancia para mí

iera aquí sentado, suspirando por mí? ¿Que estuviera lleno de arrepentimien

ra. Una vez había conducido tres horas en medio de la noche solo para disculparse por una discusión estúpida

ndo, siguió probando, solo para ver hasta dónde podía llegar antes de que yo lo atrajera de vuelta. Había

bía acabado. Las piezas

sentándose en mis huesos con una finali

-Mi voz era inquietantemente tranquila, desprovista

-¿fastidio? ¿confusión?- cruzando sus rasgos. Hizo un gest

ra historia compartida era basura. Y lo hicieron. Pero tambi

de las escaleras. Su dormitorio daba al recibidor de dos piso

adera de abajo con un estrépito repugnante. El so

o derramarse. No lo necesita

estaba de pie, con el ceño fruncido-.

bién quería una ru

ñida de una furia fría-. No quiero

a. Saqué la gastada copia de "El Gran Gatsby" que había dejado aquí, la foto enmarcada de nosotros en la g

tear sobre alguna fiesta próxima, su voz chirriando en mis nervios en carne viva. Accidentalmente tiró un vaso de

impiarlo. -Ten cuidado, Cat -dijo, y su voz era suav

ibro fuera de lugar. Pero por el

levantó, caminó hacia su clóset y sacó una camiseta de fútbol nueva e impecabl

tró una forma de romperse aún más. Estaba entumecida. Absoluta y completam

rincipal y me dirigí a su baño privado para cog

a jugando en sus labios. -¿Tratando de llamar su atención, Eliana? ¿Ha

o -dije, mi

con él. Estaré en su dormitorio, en su cama. Seré yo a quien le env

piel. -Tus padres son ricos, ¿verdad? ¿Qué hiciste, compraste tu entrad

ción de mis padres encendió una chispa

e, mi voz peli

¿O qué? ¿Le ll

e adrenalina recorriendo mi cuerpo. El movimiento fue brusco, y el

ilibrio, oí pasos subiendo

a

a mirada de pura y calculada astucia brilló en su rostro. Mientras caía hacia atrás

s juntas, un enre

sobre la barandilla baja e

e mi garganta, mezclándose con el chillido de Catalina. Golpeamo

l chocar con el suelo. Sentí algo cáli

evó en un lamento histérico. -¡Javi! ¡Me

s escaleras furioso, su rostro una máscara de ira atronadora. Corrió directamente hacia Catali

s herida? -preguntó, su

señalándome con un dedo tembloroso-. ¡Lo h

í. Estaba tratando de levantarme, mi visión n

... -empecé,

esonando en el recibidor-.

imas de dolor y frustración finalme

un asco que cortaba más profundo que cualqui

angre que me apelmazaba el pelo. Toda su atención estaba

ndo a un gruñido bajo y amenazante-. L

ndola como si fuera la cosa más preciosa del mund

sando la herida y prometiendo luchar contra el "monstruo del pavimento". Ese chico se había ido.

devoción, todo el dolor y la pena, murieron en mis

na punzada de agonía a través de mi cabeza. Dejé mis cosas esparc

ora del sol, dejando un pequeño rastro de mi pro

o misma a

untos de sutura sobre mi ceja. Mientras yacía en la estéril habitación

oto de un número que

o suavemente una bolsa de hielo alrededor del tobillo de Catalina. Ella

o súper bien. Algunas personas simplem

sentí nada. Ni ira, ni celos, ni siquiera una punzada de dolor. Solo un vacío hueco y

loqueé el número y

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