Su Gélido Regreso: Una Heredera Vengativa
ista de Al
rito de un fantasma desde una tumba de cinco años. El sonido atravesó la frías de cristal, los rostros horrorizados de los invitados, todo d
lma, me puse de pie de un salto. Agarré el trozo de vidrio más cerc
ó una línea limpia en su antebrazo. El teléfono cay
dores, que se había estado acercando como
do, su rostro pálido de shock, mirando la sangre que brotaba de su brazo como si fuera una sustancia extraña. La visión de s
s frenéticos de mi propio corazón. Nadie se movía. Nadie se atrevía siquiera a respirar demasia
esa noche, me te
inciertas, su entrenamiento profesional fallándoles ante una furia tan cruda e impredecible. Sabían que
dose en una mueca de desprecio. No eran
ivo era
salón privado donde sabía que había llevado a Casandra. Los sonidos del salón d
geramente entreabierta. Podía
cía Fernando, su voz tensa de ira co
suave
loca que antes. ¿Viste sus ojo
oído a
a temblaba-. Si no la hubieras detenido, me habría dejado ciega. O peor. ¡Ti
rmullo bajo y escalofriante, destinado solo a ella pero lo suficientemente alto como para que yo lo oyera-. Es un j
entes, un sonid
ente cuando se trataba de ese estúpido caballo. D
a intentado besarme, tocarme. Cometa había sentido mi miedo. Mi hermoso y valiente caballo había derribado
o más que solo mi obediencia. Había querido poseerme, en cuerpo y alma. Había querido poner a su hijo dentro de mí, encadenarme a él para siempre. Cometa me h
icó. Mi teléfono vibró en mi bolso
re el botón de ignora
irme lo que pasó. Quédate ahí. Ya voy. -Su voz
z sonando extraña y rota-. Est
, Alana. Espér
a era algo físico, una bestia
rima escapando y trazando un camino a travé
é la l
va. Luego, con un grito que contenía cinco años de dolo
la pared con un est
e giraron, sus rostro
le había quitado todavía en mi mano. Intentó aparta
hoja profundame
do agudo y gut
o, mis ojos fij
tímetros del suyo-, es por Co