Mi Corona, Su Fin: Un Corazón Vengativo
nación y shock. Emiliano se recuperó primero,
uñó, dando un paso protector frente a Gisel
iqué, mi voz peligrosamente baja. No lo miré. Mis ojos permanecieron fijos en Gisela-. Mi equipo si
sus bastones. Su presencia era suficiente, una promesa silenciosa y abrumado
voz quebrándose-. ¡Em
o a mis hombres con un rugido. Se interpuso directamente entre ellos y Gisela, su cuer
en las paredes de metal-. ¡Era una prueba para
ente el riesgo para nuestro hijo. Ahora protegía a su amante, su principal preocu
ropio secuestro, usas a nuestro hijo nonato como carnada en una com
uego de vuelta a mí, con el pánico de
el amor de Dios! ¡Ni siq
azón de preocupación, sino como un arma par
me quemó la garganta-. Qué desconsiderada de mi parte. -Di un
ando a Gisela, su expresión suavizándose en una de tranquilidad. La e
el último pilar que sostenía mi mundo
alambre; era una sensación de desgarre. Mi mano fue instintivamente a mi vientre, el
h, Di
usualmente una máscara est
Je
es tácticos. Vio mi rostro, drenado de todo color. Por una fracción de segund
iana
tarde. Había duda
o ahogado escapando de mis labios. Mis hombres se apresuraron, formando un c
cador-. ¡Tenemos una emergencia médi
lienzo de incredulidad y horror naciente. Gisela miraba, con la mano sobre la bo
icho que una vid
o suelo de concreto mientras la o
nifestación física y desgarradora de mi agonía emocional. Emiliano y Gisela se habían ido. Desapar
a igualado por el vacío en mi alma, tomé mi teléfono. Marqué el número que
andoval.
, impaciente, tal
Qu
a y desconocida. Hubo una inhalac
ero a todos. Cada activo que has plantado dentro de mi compañía. Cada