Mi Corona, Su Fin: Un Corazón Vengativo
de un suave amarillo neutro. Un móvil de nubes blancas y esponjosas colgaba sobre una cuna vacía. Estaba clasificando metódicamente
sentía completamente fraudulento. Miró de mi vientre plano al pequ
lo bajo y tranquilizador. Me había besado la frente y prometido compensarme por la educación universitaria que había aba
vez encontré emocionante. Ahora, solo me ponía la piel de gallina. Suspiró, un sonido carg
con la voz áspera-.
regazo. Los desdoblé. No era un informe del hospital. Era un a
opio dolor un peso frío y muerto en mi pecho-. Conseguiste lo que querías. La prueba
tro se
Lo que pasó... fue una
deseado? ¿Olvidaste que estaba embarazada cuando pusiste tu pequeña trampa? ¿Te olvidaste
o entre dientes-. Pero lo q
mpí, mi voz elevándose-. ¡Mi único arrepentimient
són de seda, queriendo arañar mi propia piel, arrancar el vacío dentro de mí. Tenía q
anos, que habían aterrizado en mi cintura, se detuvieron. Todo su cuerpo se puso rígido contra mi espalda. Finalmente, lo hab
z espesa con una comprensión repen
contra mi oreja, su cuerpo temblando con so
hace diez años, atrapados en ese edificio en llamas, cuando nos habíamos abrazado con fuer
obre mis piernas desnudas, sacándome del recuerdo. El pasa
ije, mi voz
a estoy aquí -murmuró, t
, agarrándome del marco de la puerta. Lo empujé al pasillo y cerré la puerta
trar! ¡Tenemos que hablar! ¡Est
as, esta vez metálica y aguda, proveniente del te
que le envíe ese video de tu precioso 'fallo de seguridad' a Serrano y a todos los demás cl
evó a un ton
e bebé! ¡Merece pudrirse
z un murmullo bajo. Luego le oí decir las palabras que, final e
aquí. Yo me encargo. Te daré
de hospital como la que acababa de dejar. Había llorado y hecho exactamente la misma promesa. "Te daré lo que quieras, Adriana. Lo prometo". En aquel entonces, había creído en su dolor.
baratas. No valían nada. Y eran total y ridículamente desechabl