El esposo que envenenó nuestro amor
Elisa
ael había llegado en minutos, un simple e inequívoco: "Voy en camino. No te muevas". Pero no podía
chimenea. Estaba alimentando las llamas con nuestro álbum de bodas, página por página. Las fotos
, tratando de arrebatarme el libro de las manos, per
o me sentía. Arrojé todo el álbum arruin
tirando la mano, la piel de las yemas de sus dedos roja y ampollada. Me miró, sus ojo
nando su mano quemada. "Sea lo que sea, pod
ntras susurraba promesas de amor. El odio era algo físico, un peso frío y pesado en m
del fuego, de él. Caminé hacia el baño, mis mo
que cualquiera que hubiera sentido antes. Me apoyé en el tocador de mármol, las náuseas subi
ano tembló mientra
os brillando con malicia. Se estaba filmando a sí misma, y detrás de ella, pude ver el inconfu
razada. Muy
"Qué lástima. Parece que no puedes aferrarte a nada, ¿verdad, Elisa? Ni a tu empresa, ni a tus padres
Sangre. Había tanta sangre. Empapó mi ropa, formando un charco en el frío suelo de mármol. Me derrumbé, mi cuerpo convulsionando, e
e la puerta de mi habitación de hospital. El dolor había des
ar viva", decía una enfermera. "Pero el señor Fer
s él mismo. Ella solo tuvo una pequeña caída, pero exigió que se le asignaran todos
ia era su máxima prioridad. Mi hemorragia potencialmente mortal era una preocupación secundaria. Probablemente se había detenido de camino a la habi
a el miedo crudo y primario a la pérdida. Porque nunca estaba perdiendo nada que realmente
protesta. Me arranqué el suero del brazo, igno
llo silencioso y estéril del ala VIP. Seguí el sonido de su voz baja y tr
den
plata, las rodajas cayendo perfectamente en un plato. Se las estaba dando de comer, trozo por trozo, co
con la voz que solía reservar para mí. "N
lla estaba en casa. Simplemente me pone nerviosa. Quizás... quizás por el bien del bebé, ella no debería es
invitados de mi propia casa. Mi casa. La casa que había com
e la puerta, mi mano volando a mi boca para aho
giró bruscame
más: culpa. Corrió hacia mí, pero yo ya me estaba dando la vuelta, huy
es lo que piensas!"
or tan profundo que amenazaba con destrozarme. Irrumpí por la puer
su mano sujetando mi brazo.
, siseé, m
.. aceptó ser un vientre de alquiler para nosotros. Después de todos
que solo pude mirarlo fijamente. Un vientre de alquiler. Estaba llamando a su amante, la mu
las palabras goteando ven
por que creyera la fantasía que estaba tejiendo
ó desde el pasillo de arriba. La voz de Cynthi
na fracción de segundo, estuvo dividido, su mirad
ro en ese segundo, vi s
esados tanques de oxígeno, se había soltado de un camillero en el piso de aba
ara pensar. Solo
Ferrer tomó su decisión. No me empujó a un
a, que había aparecido en lo alto de las e
a enfrentar e
La fuerza de la colisión me arrojó contra la pared de concreto. Mi cabegnorándome por completo, sus brazos envueltos alrededor de una Cynthia quejum
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