El esposo que envenenó nuestro amor
taba roto. Mi esposo, Bruno, era mi salvador perfecto y devoto, el hombre q
scuché habland
mente a nuestros diez hijos para pagar una deuda con su aman
tira, era una jaula de oro construi
ndio. Se equivocó. Ahora, con un nuevo rostro
ítu
Elisa
. Es un desgaste lento y tortuoso del alma, un dolor familiar que se instala en lo profundo
monitor cardíaco era la banda sonora monótona de mi vacío. El aire olía a antiséptico
o de los deta
iones, había sido destripada por una adquisición hostil, un brutal ataque corporativo orquestado con precisión quirúrgica. La vergüenza y la desesperación fueron dema
o Ferrer. El arquitecto
r la integridad de la empresa, de ser un depredador reacio forzado por el mercado. Sus ojos, del color de un mar tormentoso, tenían un
ido mi marca de té favorita, la temperatura exacta a la que me gustaba el baño, las oscuras películas de Buñuel que me hacían reír. Conocía la historia de la familia Cantú mejor que yo, venerando el retrato de mi abuelo como si fuera el suyo.
que había destruido mi mundo porque había reconstruido experta
do y sanador. Y diez embarazos. Diez pequeñas chispas de esperanza que parp
o por la preocupación. Investigó especialistas, trajo expertos de todo el mundo. Me consoló en cada aborto, sus lág
de irse, ofreciendo condolencias amables e inútiles y sugiriendo otra ronda de pruebas invasivas. Bruno estaba afuera, hablan
y revisó mi suero, a
a sonrisa compasiva. "Quiere que descan
ibujaron. Mientras me sumía en la neblina medicada, escuché el clic de
No el tono suave y cariñoso que usaba conmi
ynthia. La deu
uda y teñida de algo que no pude identif
runo. Una vida por una vida. Diez años perdí en ese infierno por n
esvanecerse en un zumbido distante. Mi cuerpo era d
o, ahora sonaba absolutamente monstruosa. "La mezcla especial de hierbas en su té relajante funciona siempre. Debilita
y horrible, pero mi mente estaba en llamas. No podía moverme. No podía gritar. Solo podía yace
t
illa y lavanda. "Para ayudarte a relajarte, mi amor", decía, acariciando mi cabel
te la infusión, su hermoso rostro una máscara de devoción, mientras metódica
de
hi
z, hace años, llorando en sus brazos después de la tercera pérdida, convencida de que estaba siendo castigada por algún pecado desconocido. M
años, una cómplice brillante pero volátil en uno de los primeros y despiadados esquemas corporativos de Bruno. Ella había
tado pagando una deuda con el legado de mi familia; estaba pagando una deuda con su socia en
po con un bidón de gasolina y un cerillo. Los suicidios de mis padres no fueron solo el daño colateral de un negocio; fueron el primer paso
sido. Qué tonta ciega y patética, tan desesperada po
aliente y desordenado que había conocido. Esta era una furia dura como un diamante, forjada en la máxim
e, mi mano se movió a través de la sábana blanca y almidonada hacia la mesita de noche donde yacía mi tel
Alguien de una vida antes de Bruno. Alguien que me había ad
éfono. Logré desbloquearlo, mi pulgar temblando. Abríl S
do junto a mí. Ahora un poderoso y enigmático magnate de la seguridad con
mada, pero en su lugar escribí un mensaje
eces
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