Mi matrimonio perfecto, su secreto mortal
Elizon
onido de su suspiro por teléfono; todo se repetía en un bucle incesante en mi mente. Por la mañana, un dol
an ido. En su lugar había
o para renunciar. No podía pasar un segundo más en un edificio que era un monum
artamento de Recursos
vendaje blanco era visible en su antebrazo. Diana se aferraba a su brazo, vistiendo un suéter de cachemira de gran tamaño que reconocí como
juntas. Parecían una pareja, ínt
dro levantó la
sión se volvió cautelosa, indescifrable. Me miró como si yo fuera
on voz plana-.
de Diana se posaron en mí. Una sonrisa
o que tenemos aquí.
nte, rodeándome c
enes el mismo cabello. Los mismos ojos. -Se inclinó, su mirada cayendo sobre el pe
mecí. Es
atrás, Alejandro había estado
cto. Nunca te lo quites. -En ese momento, había pensado que era un mom
de horror en mi rostro. Se
andro siempre le ha gustado mi lunar.
ón latiendo un ritmo enfer
-susurré, mi vo
rada, con la mandíbula apretada
a por pieza, en una pálida imitación de la mujer que realmente quería. El pensamiento era
ejandro, con voz tensa. Dio un paso hacia
r? ¿Después de que pasaste la noche con ella? ¿Después de que de
las palabras autom
n de los empleados que pasaban por el vestíbu
ntre nosotros, con l
ó. Me empujó con fuerza, hac
ró de mí. La empujé
ate d
r algo en ella. Su rostr
ue puedes tocarme? -Chasq
nales, se movieron al instante. Me agarraron los brazos, s
, con voz aguda, pero no hizo n
Necesita que le enseñen una lección. Necesita entender su lu
rre. Diana sonrió, una sonris
-Metió la mano en su bolso y sacó una pequeña y viciosa navaja de
gre se
-grité, mis ojos sup
onflictiva. Por un solo momento que me p
su voz baja y peligrosa-. Si das un paso má
cálculo en sus ojos, el sopesar de opciones. Y entonces, con una fi
o, con la voz desprovista de to
sto. Estaba permitiendo que ella me hiciera lo que quisiera, a mí
bra un jadeo estrangu
de Diana
n la navaja firme en su mano-. Ahora
tra la piel justo encima de mi labio. Cerré los ojos c
a whisky rancio-. Esto solo dolerá un segundo. Y entonce
e ellos me tapó la boca con la mano, ahogando mis gritos. Estaba ind
rostro una máscara fría e impasible. Su mirada se encontró con la mía por un segundo fugaz, y en ell
fundo. Un dolor agudo y ab
todo se vo
-