Mi cuento de hadas destrozado: Su cruel traición
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un cuento de hadas. Él era el magnate poderoso que me adoraba, y yo era la arquitect
n los últimos nueve años de su memoria borrados. No
ía como su enemiga. Bajo la influencia de su manipuladora amiga de la i
n ambas piernas. Su último acto de crueldad fue robarme la voz: hizo que mis cuerda
mi verdugo. Me lo había quitado todo. Mi amor devorador por él
s pruebas que reducirían a cenizas todo su imperio y desaparecí. El hombre con el que me ca
ítu
ista de So
que sentía como si me hubieran partido el cráneo y lo hubieran pegado de mala manera. Pero nada de eso importaba. Solo podía pensar en el chirrido de los neumáticos, el crujidoables y rostro cansado a
Pedregal. Tiene una conmoción cerebral grave y
as debían ser reconfortan
carne viva-. Julián Gallegos. ¿Estaba e
se suavizó con una lástima
ia intensiva. Él recibió la peor parte del impa
la tecnología, un Director General despiadado que construyó un imperio desde cero. Veían al genio carismático en las portadas de las revistas. Pero yo conocía al hombre que tarareaba desafinado mient
ento de hadas susurrado en los círculos sociales más envidiosos. Él era
espués de lo que pareció una eternidad, me autorizaron a verlo. Mis costillas gritaban en protesta a cada paso, pero apenas lo sentía
or de la cabeza, su hermoso rostro pálido y demacrado. Pero sus ojos estaban abierto
lágrimas nublando mi vis
suya. Pero él se apartó de un respi
r, ahora estaban llenos de una confusión fría y aterradora. Me miró fij
tó, su voz plana y de
n puñetazo. Retrocedí tambaleánd
soy yo. Soy S
ó sus labios. Era una caricatura at
ante, sus ojos entrecerrándose hasta convertirse en rendijas de hielo-. Pero sí te recu
que me había culpado injustamente antes de que nos enamoráramos, un malentendido que habíamos aclarado y superado hacía
ué mi teléfono, mis manos temblaban tanto que apenas podía desbloquearlo. Busqué una foto del día de nuestra boda,
n de absoluto asco, luego su
uego estás jugando, p
mas corriendo por mi cara-. Estás herido. E
ó hasta volverse algo ve
éfono en la mesita de noche. Con unos
menor, Leo, estaba atado a una silla en una habitación oscura y de aspe
io por el juego. Unas cuantas llamadas y sus deudores estuvieron más que felices de entregármelo. Ah
de vuelta al extraño que llevaba el rostro de mi es
s -susurré, ahog
pánico me arañó la garganta. Me abalancé sobre su teléfono, una necesid
torció el brazo a la espalda, estrellándome contra la fría pared de la habit
ioso en mi piel. Enfatizó su punto golpeando mi cuerpo contra la pared de nuevo. Y otra vez. Los impactos rítmic
on la destrucción de mi corazón. Este hombre, que una vez había jura
o y una sonrisa empalagosamente dulce entró. Helena Castro. La amiga de la infancia de Jul
mí, inmovilizada contra la pared, y un destello de crueldad triunfante cruzó su rost
busca de aire. Ni siquiera me miró. Caminó directamente hacia He
ue estás aquí. Saca a est
na vida que construimos juntos. Pero a ella la recordaba. En su mente rota,
rriba, su sonrisa una
inclinó, su voz un susurro que solo yo pod
n observaba a Helena con una adoración que no había visto en sus ojos desde... desde
o traje a su perro favorito, al que ahora trataba como a un extraño. Cada intento fue recibido con un rechazo más frío, con la crueldad de Julián escalando bajo la alegre influe
mo un arma. No solo amenazó; actuó. Envió matones para "darle una lección". Estaba ha
oscuro, roto y sangrando.
ción superficial-. Dijo...
ulancia de cami
raña y aterradora calma se apoderó de mí. El amor devorador que sentía por Julián Gallegos se
todo. Mi amor, mi
años atrás un ex empleado descontento de la compañía de Ju
que podrían destruir a Julián Gallegos
zo un
Leo una última vez, mi mano
ído a ese monstruo a nuestras vidas. Pero te prom
su masivo fraude corporativo. Y luego, desaparecería. Construiría una nueva
ya estaba muerto. El hombre que llevaba su rostro era un monstruo que merecía que todo l
ntasma, y un fantasma n