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Mi cuento de hadas destrozado: Su cruel traición

Mi cuento de hadas destrozado: Su cruel traición

Autor: Gavin
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Capítulo 1 

Palabras:2020    |    Actualizado en: 29/09/2025

un cuento de hadas. Él era el magnate poderoso que me adoraba, y yo era la arquitect

n los últimos nueve años de su memoria borrados. No

ía como su enemiga. Bajo la influencia de su manipuladora amiga de la i

n ambas piernas. Su último acto de crueldad fue robarme la voz: hizo que mis cuerda

mi verdugo. Me lo había quitado todo. Mi amor devorador por él

s pruebas que reducirían a cenizas todo su imperio y desaparecí. El hombre con el que me ca

ítu

ista de So

que sentía como si me hubieran partido el cráneo y lo hubieran pegado de mala manera. Pero nada de eso importaba. Solo podía pensar en el chirrido de los neumáticos, el crujido

ables y rostro cansado a

Pedregal. Tiene una conmoción cerebral grave y

as debían ser reconfortan

carne viva-. Julián Gallegos. ¿Estaba e

se suavizó con una lástima

ia intensiva. Él recibió la peor parte del impa

la tecnología, un Director General despiadado que construyó un imperio desde cero. Veían al genio carismático en las portadas de las revistas. Pero yo conocía al hombre que tarareaba desafinado mient

ento de hadas susurrado en los círculos sociales más envidiosos. Él era

espués de lo que pareció una eternidad, me autorizaron a verlo. Mis costillas gritaban en protesta a cada paso, pero apenas lo sentía

or de la cabeza, su hermoso rostro pálido y demacrado. Pero sus ojos estaban abierto

lágrimas nublando mi vis

suya. Pero él se apartó de un respi

r, ahora estaban llenos de una confusión fría y aterradora. Me miró fij

tó, su voz plana y de

n puñetazo. Retrocedí tambaleánd

soy yo. Soy S

ó sus labios. Era una caricatura at

ante, sus ojos entrecerrándose hasta convertirse en rendijas de hielo-. Pero sí te recu

que me había culpado injustamente antes de que nos enamoráramos, un malentendido que habíamos aclarado y superado hacía

ué mi teléfono, mis manos temblaban tanto que apenas podía desbloquearlo. Busqué una foto del día de nuestra boda,

n de absoluto asco, luego su

uego estás jugando, p

mas corriendo por mi cara-. Estás herido. E

ó hasta volverse algo ve

éfono en la mesita de noche. Con unos

menor, Leo, estaba atado a una silla en una habitación oscura y de aspe

io por el juego. Unas cuantas llamadas y sus deudores estuvieron más que felices de entregármelo. Ah

de vuelta al extraño que llevaba el rostro de mi es

s -susurré, ahog

pánico me arañó la garganta. Me abalancé sobre su teléfono, una necesid

torció el brazo a la espalda, estrellándome contra la fría pared de la habit

ioso en mi piel. Enfatizó su punto golpeando mi cuerpo contra la pared de nuevo. Y otra vez. Los impactos rítmic

on la destrucción de mi corazón. Este hombre, que una vez había jura

o y una sonrisa empalagosamente dulce entró. Helena Castro. La amiga de la infancia de Jul

mí, inmovilizada contra la pared, y un destello de crueldad triunfante cruzó su rost

busca de aire. Ni siquiera me miró. Caminó directamente hacia He

ue estás aquí. Saca a est

na vida que construimos juntos. Pero a ella la recordaba. En su mente rota,

rriba, su sonrisa una

inclinó, su voz un susurro que solo yo pod

n observaba a Helena con una adoración que no había visto en sus ojos desde... desde

o traje a su perro favorito, al que ahora trataba como a un extraño. Cada intento fue recibido con un rechazo más frío, con la crueldad de Julián escalando bajo la alegre influe

mo un arma. No solo amenazó; actuó. Envió matones para "darle una lección". Estaba ha

oscuro, roto y sangrando.

ción superficial-. Dijo...

ulancia de cami

raña y aterradora calma se apoderó de mí. El amor devorador que sentía por Julián Gallegos se

todo. Mi amor, mi

años atrás un ex empleado descontento de la compañía de Ju

que podrían destruir a Julián Gallegos

zo un

Leo una última vez, mi mano

ído a ese monstruo a nuestras vidas. Pero te prom

su masivo fraude corporativo. Y luego, desaparecería. Construiría una nueva

ya estaba muerto. El hombre que llevaba su rostro era un monstruo que merecía que todo l

ntasma, y un fantasma n

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