Cuarenta y nueve libros, un ajuste de cuentas
ro aparecía en mi estante. Cuarenta y nueve traiciones, cuarenta y nueve discu
onia de premiación de mi padre moribundo -una promesa que le hizo mientras sosten
sual que me rompió má
quedó ahí parado mientras ella intentaba erigir un mo
é, tuvo el descaro
un poco de co
ión por la mujer a la que le había contado sobre mi aborto espontán
olo de un corazón roto. Se trataba de desman
oy estratega política. He arruinado carreras con mucho menos. El q
ítu
or la sala, ignorando la montaña de materiales de campaña sobre la mesa del comedor, y fui dire
*Pedro Páramo*. Hermoso,
Arturo me regalaba. Cuarenta y nueve di
ndo estaba cerr
esa voz suave y encantadora,
tura con sus brazos. Me puse rígida.
te -dije, con
e Arturo juró que no se perdería por nada del mundo. Se lo había prome
enfermo. Esa pro
rbilla en mi hombro-. Hubo una reunión de último minuto con u
ía una hora. Acababa de cerrar el trato de un lujoso departamento en Santa Fe. El compr
reparatoria. El fantasma que nu
te que la propia infidelidad. Había dejado a mi padre moribundo
o raro aparecía. Una disculpa silenciosa y cara que se esperaba que yo a
tro. Pero de pie allí, con el peso de su mentira aplastándome, supe que no p
aliento cálido en mi cuello. Pensó, como si
ra mirarlo. Forcé una p
aba ver toda la horrible ve
mblaban, pero mi mente estaba clara. Soy estratega política. He arruinado carreras
el teléfono de nuevo en el buró justo
ededor de la cintura, sonriendo co
a ti y a tu papá,
la cabeza ligeramente, así que su
toy cans
do absorto en sí mismo para n
no vibró en el buró. La notificación de un mensaje iluminó la pant
No puedo esperar para est
mbre con el que había constr
de hacía dos horas. Una foto de una llave con un llavero grande
evos comienzos. Él sabe c
por docenas de fotos mías en su propia página de campaña, fotos de nosotros sonriendo, la perfecta pareja
otro mensaje
añana? ¿A l
rtó. Contuve la respiración. La respuesta que vi en mi pantalla era un me
Le diré a Ana que tengo
staba preparada
atega en mi cabeza ya estaba trabajando, trazando los pasos. Esto ya no se trataba solo de un corazó
ibro no sería un regalo.