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La esposa del Presidente

Capítulo 2 Huir

Palabras:1217    |    Actualizado en: 29/08/2025

ntó Rose, con la voz serena pero

n la forma en que apretaba los labios, bajó

han

todo. Claro que se habían ido

a decir Clarisa, pero no

una pequeña sonrisa am

o estaba. Sus padres no estaban. Su hermano menor tampoco. Las personas que debían ser su apoyo en un dí

inquieta, visib

nte las falsedades de una mujer tan viciosa como Isabel. ¿Es que no ven lo que está haciendo? Siempre es la

iones, las conversaciones en risas, y las risas en burlas. Los medios estarían disfrutando

n serena pero sus ojos brillando con un

vidad-, por favor, ayú

a, pero al final asintió

a -advirtió antes de girarse y salir de la

adueñó del luga

parecía una eternidad, Ros

ido de su celular

he

perando una respuesta comprensiva, quizás esperando que ella dijera "lo entiendo". Pero Rose no hizo el intento

lentamente, dejando que la delicada tela resbalar

mirar su reflej

n solo error, el cabello en perfectas ondas. Pero debajo de esa fachada sin emociones, su co

recía im

pie y decidió sa

.

de cuero negro estaban impecablemente cuidados, y el ambiente se mantenía en un si

r Ministro de Forwill estará aquí a las 9:30 de esta noche. Cuando llegue el mome

imponente, aunque no pronunciara muchas palabras. Su postura era impecabl

, sin apartar la mirada del docum

ción. Su presencia sola imponía respeto, y su mad

levemente, observando la multitud reunida en el exterior. Con un

inmediato, sorprendido

ró, sin poder disimu

sucede

fija en el castillo durante

es est

procesar la pregunta antes

l, por lo que lo llaman el "Castillo del Amor". Actualmente, se está llevando a cabo una boda entre dos de l

a y luego preguntó c

entrar y ech

aún fija en la edificación. No mostraba em

l rostro con indif

y nece

sta con fria

am

el chofer de inmediato

del bullicio de la boda. Sin embargo, al adentrarse en el

na inquietante calma, a excepción de

mientras observaba la escena con distancia. A unos cien metros, una muje

presión estaba perdida, como

se alzó

s, estaban rotos, como un cristal

sobre sus hombros. No llevaba velo. No tenía coronas de flores ni joyas

e, dándole un aspecto etéreo, casi irreal. Era como un

rada fija en ella, p

sp

tuvo el auto

tó la vista y siguió la dire

r de blanco, sus ojos s

voz reflejaba su incredulidad-. No de

vagando sin rumbo en la parte trasera del castillo, le

tra pregunta, pero su jefe lo int

la con

recorrió la es

, pensando que tal

n del hombre per

e escu

iva y miró nueva

l vestido de Rose, dándole una apari

os estaba p

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