Su Heredero, Su Huida
nológico Damián Ferrer, de la miseria. Nuestra histo
ra un embrión creado por él y mi peor enemiga, implantado en mí sin
ar, dejando que pereciera por negligencia médic
erró en nuestra mansión, prisionera en una jaula de oro. Me sujet
médico solo para recordarme quién tenía el control, s
ado; había asesinado a mi
por quinientos millones de dólares y un plan para desaparecer. En la cubierta del superyate
a. Creería que había llevado a su espo
viera
ítu
de la ruina. Esa es la histo
, su expresión una mezcla de curiosidad y cautela. Estábamos en un salón priv
ran Damián Ferrer durante tres años cuando él
a mí. La historia era cierta. Yo había hecho t
cer un tra
. Era el mayor rival de Damián en el mundo de la tecnología,
escu
or ciento de particip
ruzó su rostro. El treinta por ciento era una participac
cambio? -pregunt
de dólares. Y que me
comparado con el poder que le estaba ofreci
sapa
e ayudes a fi
ático y oportunista director general estaba, por primera vez desde que l
á en algún tipo de problema? Hay otras formas de terminar u
, disuadirme de un prec
rá -dije, con la voz pla
constante. La forma en que sus ojos se oscurecían si hablaba con otro
eba que me hice hace dos días. Pensé en la alegría cegadora en el rostro de
é en m
ticas que le hice a Damián, rogándole que usara su influencia, que le c
mejor atención, Amel
resultado de una negligencia médica. Nunca llamaron al especialista. Damián había estad
preparatoria, la mujer cuya avaricia familiar había llevado el negocio de mi propio p
golpe físico que
mente antes de forzarla a estabilizarse. Lo miré directamente a los ojos, dejando que v
mesa. Un acuerdo preliminar
dinero en una cuenta offshore para el final del día. Y quiero un pla
ojos escaneando el text
su teléfono. Volvió a mirarme
en este teléfono desechable. -Deslizó un pequeño teléfono negro sobre la mesa-. Mi equipo
i las gracias. Esto no era un favor. Era
mi esposo, lo oí preguntarle a su asistente: -¿Por
respuesta. Yo
jo que lleva
podía agarrar el volante. Logré conducir unas cuantas
umbaron. Un sollozo brotó de mi garganta, crudo y agonizante. Me desplomé sob
onía que
o un hombre, sangrando en un callejón detrás de mi food truck, golpeado y abandonado a s
etida er
é mientras me contaba sus sueños de recuperarlo todo. Sus ojos ardían con
tenía en apoyarlo mientras él reconstruía su imperio desde mi pequeño d
la calle. Me miró entonces, con los nudillos ensangrenta
era protección. No lo vi
rques, en medio de una calle concurrida. Cada vez con un ani
e afecto. Me llamaba su reina, su salvadora. Construyó una narrativa para el mund
erfecta. Y él era
de trabajo se hicieron más largos. Su tel
resión en su rostro era de puro triunfo. La expresión en el de Damián
rme. Tant
en el aeropuerto y me llevó de
divorcio. Hizo que in
adoramente tranquila mientras me inmovilizaba cont
ancia en la cocina. Me golpeé la cabeza. En e
Un bebé. Quizás un bebé arreglaría esto. Quizá
nto. Prometió terminar las cosas con Krystal. Pr
a min
éfono con su médico. Yo estaba en el jardín
dijo el médico-. La ma
me invadió. Se
la señorita Cárdenas -dijo Damián-. Ella es el recipiente perfecto. Fuerte. Sa
cipiente para el hijo d
tambaleó s
de mi madre. Su crueldad casual. Su negativa a ayudar. N
se agrió hasta convertirse en algo frío y du
ventanilla de mi coche
eló la
Da
rostro una máscara cu
, del color de un mar torment
-Su voz era baja,
ire -dije, mi corazón lati
tar en casa hace una hora
a traición. Hace un año, me habría vuelto loca por calmar su
n
diciéndole a un abogado inhabilitado que yo era su propied
a sostuve, mi silencio
ón. Se acercó a través de la ventanilla, su mano acariciando mi mejilla. Su tac
cansada
voz goteando falsa simpatía-. Y sé que no he estado... pres
, suavizar los bordes afilados d
arganta, pero la ahogué. Tenía que i
ión en mis ojos. Me incliné hacia su
n, Damián
riunfante y posesiva
a casa,
la de oro que él llamaba nuestro hoga
a dejar esta vida. Y