Su Heredero, Su Huida
iblemente familiar. El olor a antiséptico, el pitido rítmico, e
do mis signos vitales. Tenía
eñora Ferrer -dijo suav
ronca. Era la primera pregun
nto mucho. Hicimos todo lo que pu
as había sido minucioso. Habían usado bolsas de sangre teatral y tenían un médico de guardia, listo para cre
egunté, mi voz temblando. Nece
en la sala de espera toda la noche. Se ha negado
Por favor. Todavía no. Déjeme ser yo quien
a esposa afligida tratando de retrasar el dolor inevit
quedé sola co
estaba arrugado, su cabello era un desastre y sus ojos estaban
ctuación
do a mi lado. Intentó tom
se por su rostro-. Acabo de hablar con el médico. Dijo que
ones, pero Damián había pasado por encima de ella. Tenía sus propios médicos en este
ncorrecta. La gente de El
calibrar mi
icia maravillosa -dije, f
asustado. Cuando te vi allí tirada..
, pero giré la cabeza.
Nunca debí haberte dejado. Fue un error. Krystal... es un desastre. Pero ya no es
a promesa vacía.
o que una sola lágrima rodara po
án. Solo por unos días. Volvamos al yate. Solo nosotros dos. S
su arrogancia, con su creencia d
uminó. Lo vio como una victoria, u
o, besando mi frente-. Haré l
ripulación era mínima, solo un capitán y un marinero, ambo
almohadas. Habló sin cesar sobre el futuro, sobre los nombr
iendo, mi corazón un bloque de hielo e
día, sonó s
almente contestó, de espaldas a mí. Por sus
empre había
una mezcla de fru
rarme-. Es una emergencia. Kr
a misma mentira. Siemp
o protesté.
mi voz tranquila y
Gracias por entender, Amelia. Volveré
ero ya estaba descendiendo para r
pareciendo en el cielo azul, supe
nológico Damián Ferrer salva a la atribulada socialité Krystal Cárdenas de aparente intento de suicidio". Había fo
l mom
oro que había puesto en mi dedo todos esos años atrás. La últi
le contaba todo. Sobre el aborto espontáneo del que no sabía. Sobre el trato con Elías. Sobre el hecho de que sabía que
poniendo, pintando el cielo en tonos ardient
rápida me esperaba, una pequeña manch
ulmones. Por primera vez en años, sentí una
a la bar
de noche, se envió una señal si
acercaba. Estaba volviendo. Tal como Elías había predicho
masiad
azo a la vida que e
nces,
urificador. Al salir a la superficie, jadeando
en la puerta abierta.
s, el mun
negro que se elevaba hacia el cielo crepuscular. El sonido fue ensordece
o. Y encontraría las muestras de sangre y la tela chamus
rta. Creería que había
e había lleva
envolviéndome en una manta cálida, miré haci
eza. No sentí
absolutam