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Su Heredero, Su Huida

Capítulo 3 

Palabras:1114    |    Actualizado en: 19/08/2025

n el abdomen. El olor a antiséptico llenaba mis fosas nasales. Estaba en una habitaci

samiento fue

Mi mano fue instintivamente a mi vientre. Todavía estaba

Necesitaba saber q

ovimiento. Encontré una bata sobre una silla y me la puse. El pasillo est

fermera, un médico, a cualquiera. Al acercarme a la estación d

u asistente personal, un hombre llamado Marcos.

acilante, preocupado-. Dejar a la señora Ferre

ría, desprovista de toda preocupación-. Krystal estaba hist

jó sangrando en un coche destrozado

. De su hijo. Lo que hizo esta noche... encer

para ahogar un grito ahoga

te-. Un pequeño susto era necesario. Ha estado actuando mal. La escena en e

ba hablando de otra cosa. Algo que pasó después

Amelia es solo la portadora. Una incubadora. Un medio para u

a uno aterrizando con una fuerza brutal

odavía no sabe lo del donante

o -se burló Damián-. Y aunque lo hiciera, ¿qué haría? No t

en un grito silencios

bía retenido intencionadamente la atenc

re que había amado, el hombre que había salvado, era un monstruo. Un asesino a sangre fría que había

arrogante que me erizó la piel-. Me ama. Es débil. Me perdonará por hab

illo, mi mente un torbellino de horror y dolor. Él

dea de quién

inteligente. T

una enfermera entraba. Me recosté en la cama, comp

erta! -dijo alegremente-. N

nté, mi voz un con

é están perfectamente bien. Las órdenes del médico son que se quede en observación. Y necesi

ras de Damián resonaron en mis oíd

angre. Él había

ña sonrisa de confianza. Tenía que se

imagenología, las brillantes luces del hospital parpadeando sobre mi cabeza. Fueron a

estrecha cama de la máqui

señora Ferrer -dijo uno de ellos-

ntro del tubo estrecho y cilíndrico, se me cortó la r

. Jugando a las escondidas con mis primos. Me había escondido en un viejo refrigerado

ánico, arañando y gritando, atrapada en esa pequeña caja asfixiante. Mi p

acios cerrados. Damián lo sabía. Sabía q

el frenético latido de mi corazón. Estaba atrapada. Las paredes es

, mis uñas raspando contra el plástico duro. Pero nadie vino. E

dujo a este tubo asfixiante. El dolor en mi abdomen regresó, agudo e ins

estuve allí. Se sint

a hacia la inconsciencia, el ruido se detuvo

ran cegadoras. Una figura se cernía sob

lías

el rostro sombrío-. Parece que

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