El Beso de la Serpiente: La Venganza de una Esposa
édicos y el pitido de las máqu
do llevada a toda prisa por
ces, apagada
de costillas... necesita
o, hablando
n susurro suave e in
e es el regalo más romántico. Un hombre dándole a una mujer un pedazo
teatra
ía pedir algo tan precioso, es
heló. Sabía
ntiago, una respuesta baja y a
urlona-. Nunca querría que te hicieras daño por mí
u voz espesa con una emoción que me dio gana
lpearon más fuerte
do después de caerme de la bicicleta y rasparme la rodilla. Me había llevado en brazos
l de los tres. E
había
olo un reemplazo hasta que alguien m
sus elogios. Recordé tolerar las crueldades mezquinas de Ximena, sus const
grimas se deslizaron por las comisuras d
no podía adormecer el dolor. No el dolor f
ago de nuevo, ahor
as de sus costi
la Torre. En s
una p
o, desprovista de toda c
uele
sonó sor
la Torre? N
ostillas rotas -declaró Santiago rotundamente-. Se l
! Los huesos sanarán por sí solos. No hay ninguna
te asunto. Hará lo que le digo, o me encargaré personalmente de que este hospital pier
silencio
señor De
ulce y venenosa d
Pero... ¿y si Sofía se en
antiago-. Me aseguraré de ello. E
da pa
alabras que me de
a. Tomaría un pedazo de mi cuerpo, un pedazo de mi dolor,
l brazo a los doce años, me sostuvo la mano todo el tiempo en el hosp
men
a el corazón como si estuviera s
cuerpo estaba demasiado pesado, mi
completamente negro fue el aire frío y estéril del q