Cuando la Eternidad se Desmorona: La Dura Realidad del Amor
siguiente. Santiago no
esa
que quedarme con Leo. No
ta. Ni siquiera
a una carpeta de cuero. Dentro había un único documento
risa seca
al teléfono, mi voz desprov
e dos llamadas. La pri
-dije, mi voz firme-. No, no una separación.
ioso de Los Ángeles. Esta vez, respondi
onté
s me dijo que estaba en la puerta, y por un momento, con
nte se arrodilló, un gesto de humildad p
or -comenzó, su
voz fría-. Solo di lo
-Sé que nuestra presencia te ha hecho infeliz. Pero por favor, no culpes a Leo. Es solo un niñ
truir una fantasía para ella y Santia
ación con Santiago -prome
de todo era
té, mi voz goteando sarcasmo-. No te preocupes, Karla. Pue
jé, dejándola arrodillad
sa noche, claramente aterrorizado
xigió, sus ojos b
scubriera su noche con ella. La menti
or aceptar el divorci
inundando su rostro. -No es un divorcio, E
de manejarme, de mantener su vid
Quiere ir a elegir flores para la... ceremonia. Le
estaba planeando activamente una boda. Mi anil
do había redactado. Reservé un boleto de ida a Los Ángeles.
evento pequeño, celebrado en el jardí
su rostro. Sostenía el brazo de Santiago, ya interpretando el papel de la esposa del
cuando estaban a punto
z tranquila y profesion
ja bellamente env
za en su rostro. Probablemente pensó que era alg
abr
negro, estaban los papeles de divorci
a -dijo Santiago,
ora Villarreal, que pronto será la señorita Bernal, me
lanco. Hojeó frenéticamente los
nces l
s había otro documento.
laba mi abor