La sombra del imperio
Margarita Ferrer observaba la ciudad desde el piso 48 del edificio que hoy le pertenecía, pero su mente no estaba aquí, no
mezcla de desesperación y determinación, un cóctel explosivo que la había empujado a tomar decisiones que la mayoría d
irse cuando dejó su trabajo en la empresa de tecnología donde había estado durante años. Sabía que en ese mundo, la gente tenía la oportunidad de cambia
sus ahorros, los primeros programas que tuvo que aprender a manejar por su cuenta, las noches
io. Era una foto de ella, joven, sin los trajes elegantes ni la seguridad que aho
istemas operativos, su teléfono sonó. Era un
iosa al otro lado de la línea. - He oído que estás montando algo por tu cuenta. Hay
esgadas. No fue la propuesta lo que la atrajo, sino la posibilidad de tener recursos. Aquella fue la primera vez que supo que el poder no se log
, sabiendo que esa podría ser la op
a una mujer que buscara impresionar a nadie, pero sí era experta en reconocer qué hacer para
se trataba solo de crear una red de tecnología, sino de asegurarse de que esa red fuera indispensable. Su primer producto, un software de g
pequeñas, comenzaron a ver en ella lo que nunca habían visto en sus competidores. T
pequeño restaurante de la ciuda
Estoy recibiendo presiones de l
. Los inversionistas siempre querían más poder, y el poder
con calma, mientras ajustaba su chaqueta
jado fue decisiva. Con una astucia calculada, se deshizo de él. Lo hizo parecer como si hubiera sido un simple error en su juicio empresarial. Los inve
se rodeó de las mejores mentes, pero siempre con la misma estrategia: mantener a todos cerca, pero sin dej
ercados internacionales. Así, en menos de cinco años, FerrerTech se convirtió en un gigante global. Pero lo que realmente la hacía impa
ipio, había algo en sus ojos cuando aceptó el desafío, una mezcla de respeto y miedo. Margarita sonrió al recordarlo. Había sido parte del proceso, una herramienta
ándola de sus recuerdos. Era un
con los inversores de China. Es un acue
plausos, solo de resultados. El imperio que había construido e
Cada calle, cada edificio, cada luz, representaba una parte de su dom
Clara, en todos aquellos que pensaban que podían q