Sus abortos, su oscuro secreto
nte de mi fracaso, mientras mi esposo, Alejandro, interpretaba el papel del cónyuge afligid
isló en nuestra jaula de oro, afirmando que era por mi seguridad y la del bebé, debido al estrés de es
erna de Alejandro, una que no había visto en meses, era para ellos. La falsa tristeza de Adriana sobre mis "abortos" reveló una verdad espantosa: mis p
iana y al bebé, confirmando su complicidad. Toda mi vida, mi matrimonio, mi dolor... todo era una mentira monstruosa, cui
is padres, mi esposo, mi futuro y, ahora, mis hijos. La verdad me golpeó como una bofetada: mis cuatro b
que se suponía debían protegerme, conspiraron contra mí de una manera tan c
l y programé un aborto. Luego, llamé a mi antigua academia de danza y solicité
ítu
uatro. El número se sentía como un peso en mis entrañ
del duelo cada vez. Me abrazaba, susurraba palabras de
razada de nuevo, y la preocupación
na, su tono no dejaba lugar a discusión-. He c
ores se debían al estrés, a las presiones públicas de estar cas
nas había conocido hacía unos años. Él y su esposa, Bárbara,
privada. Reemplazó a todo el personal. Mi mundo se redujo a las
cariciándome el cabello-. No podemo
na de sus palabras era un escudo que me
hizo añicos un ma
dín trasero, una parte de la finca que tenía prohibido visitar. Reconocí el murmull
lonia popular, ajena a mi herencia. Supuestamente, la habían enviado a un remoto retiro de bienestar hacía meses, después de uno
ome detrás de un gran seto esculpido
estaba en ningún retiro. Estaba aquí, en una
a un bebé
violento que no podía controlar. Me llev
azos, un niño pequeño y perfecto. Miró a Ale
e tanto a
sa que no había visto en meses. Extendió la m
talina? -susurró Adriana, su voz teñida de una
blanco. Los abortos.
uviera un hijo, mi posición, la posición de nuestro hijo, estaría amenazada. Damián y
. Sus palabras resonaron en e
e estoy aquí? -insistió
tenido oculta todo este tiempo. Le dije a t
e Adriana s
s sombras. Solo quiero estar contigo y con nuestro hij
Alejandro se sua
a, Adri. No e
s llenos de un orgullo y un a
ontraremos la manera de dejarla estéril para siempre. Entonces, este pequeño -dijo, tocando la nariz del
labras me golpearon
is cuatro bebés perdidos no fueron accidentes. Fueron sac
rriendo silenciosamente por mi rostro. Toda mi vida, mi matrimonio, m
de Alejandro, cada caricia d
n" de Adriana e
r, vi a mis padres, el Senador de la Torre y Bárba
Quizás no lo sabían. Quizá
za murió tan pr
driana, su rostro una
es tan pálida. -Tomó la mano de Adri
mente en el abrazo de mi mad
ucho. Les he causa
ciándole el cabello-. No has hecho nada ma
re, con los ojos muy
ruptura entre tú y Catalina. Q
magistral. La ví
e podía dominar una habitación con una sola mirada, m
Luego miró al bebé en sus brazos, y su expresión se derritió-.
Era verdad. Todos es
segura-. Es una buena chica. Lo entenderá. Viv
liz. Las palabras e
cta de felicidad familiar. Rieron, arrullaron, planearon un f
regreso a la casa principal, dejándome escondida en las
rito silencioso atrapado en mi garganta. Mis manos
Los regalos elaborados, las oraciones por un bebé sano en la iglesia
era f
antenerme dócil, para seguir produciendo un hijo que nunca tuvieron l
solo era un recipiente. Un comodín. Adriana, la intrusa en mi nido, realmente
n había terminado con mi carrera como bailarina, lo único que había sido verdaderamente mío. Había pensado que fue un
. Lo único que me salvó fue descubrir que estaba embara
e un aborto
ot
tro
do la primera pérdida. Dijo que había sido Adriana. Había sido tan convincente en su rabia, t
a. Todo era
Me mimaban, me colmaban de afecto, me hacían sentir querida, todo mientras ella estaba escondida, llevando al hijo
era tan inmenso que se sentía físico, un peso aplastant
ta que no quedó nada más que un vacío hueco y doloroso.
s en la mesa del jardín. Lo recogí. Era una lista con la letra de Alejandro. "Cita con el pediatr
. Simplemente n
e mi corazón se d
rta en la casa. Uno de los ayudantes de Alejan
señora. Está en una misión delic
Supe, incluso antes de abrirla,