Su Amor, Su Prisión, Su Hijo
raban la piel, pero el dolor no era nada comparado con el peso aplastante de la humillación. Me llevaban como a un animal
hagan esto", gemí,
ad morbosa y cruel satisfacción. Algunos de ellos sostenían sus teléfonos, las pequeña
a'. Está recibiendo
ce a una
ugar con un sonido de finalidad. Los Dóbermans, agitados por la conmoción, comenzaron a ladrar, sus profundos y amenaza!", grité, mi voz perdida
vándome con esos mismos ojos vacíos. Era una estat
equeño y liso en el bolsillo del uniforme barato que llevaba. Una cuenta de lapislázuli, un regalo de
s que había pasado tratando de ganar el amor de Alejandro. Pensé que podría derretir su exterior helado con mi calidez.
o sistemáticamente, pieza por pieza, hasta que no quedó nada. El dolor físico, el miedo constante, la vergüenza pública, todo se fun
arza, estaba sobre mí, su rostro contorsionado en una máscara de puro odio. Ya no es
eneno. "¿Te desmayas por un ratito en una jau
obre la chimenea. "Alejandro quiere que te incl
irvientas me agarró del pelo y forzó mi cabeza hacia abajo,
é, las palabras mec
Elena. "¿Acaso eso su
re corrió por mi sien. Repetí las palabras, mi voz un eco hueco
. Y luego Alejandro, encontrándome junto a su cuerpo, su rostro descomponiéndose no por el dolor, sino por una terrible y fría r
mplido s
dolor era un zumbido distante. Conté cada uno, una letanía
blanca impecable. Estaba mareada y con náuseas, pero un so
ilencio desde la puerta. "He hecho lo que pediste"
desapareció tan rápido como apareció. Se acercó a una p
mano?", preguntó, su v
za luchando con el
"Bebe esto. Bebe est
go su rostro indesc
e una asesina como tú nunca pueda tener hijos. Par
lo único que una mujer considera sagrado, la posibilidad de un
os y decididos. Era una elecci
lección en
haría cual
rasco. Me lo llevé a los labio