Su Amor, Su Prisión, Su Hijo
rada en una clínica de rehabilitación, diciéndole al mundo qu
e hizo fue lanzar su coche directamente hacia mí, intentand
a perrera. Me obligó a inclinarme ante el retrato de mi hermana "muerta" hasta que mi cabeza sangró sobre
cio de negocios lascivo por una no
años de infierno fueron parte de su juego perverso. Y cuando mi hermano pequeño, Adrián, mi única razó
vio morir y
ado, me arrojé desde la ventana de un hospital, y
de mi liberación. La voz de la directora era plana.
a arrastrarlo a él, y a todos los que me
ítu
ugar diseñado para borrar a las personas. Durante cinco años, había sido mi mundo. Las paredes estaban
a ropa que llevaba, un uniforme holgado, colgaba de mi esquelética figura. Eran un recordatorio constante de que
acusaran de matar a mi hermanastra, Karla Montenegro. Le dijo al mundo que era un
te a mí había una fotografía enmarcada de Karla, sonriendo. Este era mi ritual diario, mi peniten
cinco días. Había cont
mpió el silencio. La director
Ferrer. Te d
pe. ¿De alta? La palabra se
a arreglado. Te
que me amaba. El hombre que todos veían como un santo devoto y compasivo por no divorciar
ablo que había diseñado me
a amiga, un familiar, cualquiera. Pero la banqueta estaba vacía. Mis amigos m
es del señor Garza. Dijo que debe continuar su peniten
a. Un pavor helado me recorrió. La prisión estaba c
e miraba con abierto desprecio mientras sostenía la puerta. El viaje de regreso a la mansión que una vez llamé hogar f
sus susurros como el siseo de las serpient
fin s
Parece un
. Una mujer como esa debería
nico hilo de esperanza. Una promesa que
la mía, "pase lo que pase, debes proteger a
a que había soportado los últimos cinco años.
o y caminé hacia la gran escalera,
a vuelta justo a tiempo para ver un deportivo plateado virar directamente hacia mí,
estado. Mis rodillas estaban raspadas y en carne viva, y mi corazón martilleaba contra mis costillas. Instintivamente, revisé la fotografía
del coch
creíblemente guapo, con un aire de fría piedad que cautivaba a todos los que conocía. Sus ojos, del color de un cielo de
a intentado
durante cinco años se enroscó en mi estómago, sofocándome. Es
ío Alejandro Garza. Había cambiado todo de mí por él. Suavicé mis asperezas, aprendí sus
ía de nuestra boda fue el más feliz de mi vida. Final
ió, y mi mundo
magullada y temblando
mi voz un susurro ronco. "Alej
a figura con asco. Se detuvo justo frente a mí, tan
ia". Su voz era baja y suave, la misma voz
ca palabra desgarrándose de m
o y agudo gesto a los dos enormes guard
do humildad", dijo, su voz desprovista de toda emoci
on de los brazos. Su ag
, dándome la espalda como si yo no fuera
encerrarme en una
rganta. "¡No! ¡Alejan
as resonando sin respuesta