Su Amor, Su Prisión, Su Hijo
lada, pero el humo no hizo nada para calmar la extraña inquietud en su pecho. Escuchó la risa grasienta del hombre, se
eró de mí. No iba a permitir que esto sucediera. Preferiría morir. Con todas mis fuerzas, me mordí la le
ojó por una fracción de segundo. Fue todo lo que necesité. Lo empujé
por la sangre que llenaba mi boca. Sostu
por una furia que nunca antes había visto. No era su habitual ira fría; era una rabia caliente y vio
s en el señor Ramírez. Agarró al hombre más grande por el cuello y le estrelló un puño en la
ado en el suelo. Luego se volvió hacia mí. Su pecho subía y bajab
ir?". Me arrebató el cuchillo de la mano y lo arrojó al otro lado de la ha
r entregarme a otro hombre. Ahora estaba enojado p
os eran suaves entonces. Había sonreído, una visión rara e impresionante. Me había entregado una cuenta de lapislázuli que se había caído de mi pulsera. "Para protegerte", había dicho, hac
e recuerdo se sentía como una mentira.
. Caí de rodillas, la última
, mi voz sorprendentemente firme a pe
uspendida en el aire entre nos
los ojos, "es que me dejes llevar a Adrián conmigo. Pue
la palabra misma fuera veneno. Dio un paso hacia mí, y luego otro. Me agarró por los homb
. Me empujó con fuerza, y mi cabeza golpeó la esquina de la mesa del comedor. El mu
ente esta vez. El pitido rítmico de un monitor cardíaco era el único sonido. Fuera de
lor húmedo y familiar en la garganta. Tosí e
habitación. Era joven, con ojos amab
suavemente. "Soy el
ón inmensa. La desnutrición, las lesiones internas por... la sustancia que le
golpearon como
diciendo?
ún más afilada. "Estoy diciendo que no le queda mucho ti
s m
ba. Ya no era un símbolo de esperanza. Era una burla. Un recordat
como paciente. Como esclava. Alejandro me obligó a realizar los trabajos manuales más degradantes. Fregué suelos, limp
casa se deleitaba
tarde, pateando un balde de agua sucia que acab
mpiar el desastre, escuché a do
a Karla regresa maña
Pensé que est
invitado a vivir aq
inó. Karla. Viva
ía ser