Casada por venganza
onía de luces parpadeantes y ruidos lejanos. Pero en ese instante, en esa habitación, el mundo exterior no existía. Solo estaban ellos dos: Felipe y Martin
ones. Martina aún no entendía bien las reglas de este juego cruel al que se había visto obligada a entrar, pero lo que sí sabía
la frialdad de un trato puramente legal o financiero. Estaba allí, frente a él, como su prometida. Su futura espos
la puerta, levantó la vista, y por un instante, sus ojos la atravesaron como cuchillos afilados. No había
aria, pero con un tono que también parecí
ilante. Sabía que tenía que mantener la compostura, aunque todo en ella gritaba que debía salir corr
do de tensión. Felipe no parecía tener prisa. Sabía
rar los papeles, sino fijándose en ella, co
odidad hacia una postura más firme. No iba a
esente en su tono, pero suficiente para mostrar qu
e siempre parecía tener. Sin prisas, pero sin
ruzando sus manos sobre la mesa con una precisión casi militar. -No es solo un matrimonio por conveniencia, Martina.
de forma oscura. Felipe no hablaba como alguien que simplemente quería una esposa. Había algo más en sus intenciones. Algo
n firmeza, mirando directamente a los ojos de él. -
e ellos se palpó de inmediato, como si una línea invisible hubiera sido
quiera un gesto de simpatía. Era una sonrisa de poder, una sonrisa que dejaba claro que él no veía a
almente está en juego aquí, Martina. Tú piensas que esto es solo una veng
ía que ella entendiera? Estaba atrapada en un juego que no comprendía completame
lipe? -dijo, sin poder evitar el sa
ada palabra que iba a decir. Luego, se acercó un poco, pe
directas, como un golpe. -No solo sobre tu familia, sino sobre todo lo
vertebral, pero se obligó a no mostrarlo. No po
geramente. Sabía que él no diría todo de inmediato, que estaba esperando a q
nreír, una sonrisa
stá sellado. El matrimonio es solo el primer p
lipe, algo que no era solo el deseo de venganza. Había ambición,
se atrevió a preguntar, su voz más segura ahora,
ar. Finalmente, se inclinó hacia ella, sus ojos fijándos
ovimiento, cada decisión, estará bajo mi control. Y quiero que lo aceptes. -Su voz era baja, un susurro c
ianza entre ellos crecía con cada minuto, y la tensión de la habitación era palpable. Pero algo dentr
empezó a sentir que no podía escapar. No podía
se alargó. No había más palabras que