ateo. La mudanza había sido más sencilla de lo que había anticipado. No hubo cajas desordenadas ni objetos que empaquetar con demasiada nostalgia. Apenas un
iguo departamento, su relación con Sergio, y a
se encontraba frente al espejo por la mañana, miraba sus ojos y se preguntaba cómo había llegado hasta aquí. Casada, sí, pero con su mejor amigo. Un matrimonio que no era un matrimonio en el sentido tradicional. No había p
siones, al menos no evidentes. Pero la atmósfera entre ellos, a pesar de la comodidad que habían construido en los últimos días, seguía estando marcada por una ligera incomodidad. Había algo que a
n una sonrisa amigable. Sabía que el ambient
te para sanar lo que había pasado con Sergio. De hecho, aún sentía la presión en el pecho cada vez que pensaba en él, co
la aún no se sentía completamente cómoda, y eso era algo que él respetaba. Después de todo, este no era un matrimonio convencional. No había promesas románticas, solo un acuerdo entre dos
pregunta que una afirmación, como si buscara reafirmarse a sí mismo. Aunque Gabriela había acepta
ve sonrisa se asomaba a sus labios, aunque su
omento, como si buscara las palabras correctas-. Au
ire que les recordaba constantemente la naturaleza peculiar de su "matrimonio". Estaban juntos, sí, pero en esencia, no lo estaban. No había ningún
costumbrando a la nueva normalidad-. Pero, honestamente, creo que es lo que necesit
que esto no era lo ideal, que esto no era un matrimonio lleno de amor, pero también sabían que era lo que Gabriela necesitaba
misma que a Mateo. La idea de vivir con él, de compartir un techo, le parecía lo más sensato, pero también ha
ién. Aunque su propuesta había sido para ayudarla a superar el dolor, había días en los que se preguntaba si
e tristeza y alivio-. Y si alguna vez te sientes incómoda o neces
ea tan fina entre lo amigable y lo potencialmente complicado. ¿Qué pasaría si, con el tiempo, los dos empezaban a se
a sucedido hasta ahora. Estaba con Mateo. Estaba viviendo con él. Estaba casada, aunque de una manera completament
juntos, caminaban por el parque, se sentaban a ver series o películas. No había distancia en cuanto a la conversación, pero sí en cuanto a la proximidad emocional. Había días en que G
hecho de estar tan ocupada en la rutina diaria, pero algo comenzaba a cambiar en ella. La paz que encontraba en la compañía de Mateo, aunque platónica, comenzaba a reemplazar parte de
l respaldo, mirando la televisión, pero su mente estaba lejos, en algún lugar indefinido, don
e ambos se habían impuesto aún estaba intacta. Aunque, sin darse cuenta,