espaldas era lo único que lograba distraerla por un momento, pero aún sentía como si todo el mundo se hubiera desvanecido, como si ella mism
a estado allí para ella, en todas las circunstancias. Desde que se conocieron cuando apenas tenían cinco años, él había sido su refugio, su cómplice, el hermano que nunca
hondo y
amada. Gabriela podía escuchar la preocupación en su tono. Sabía que él había percibi
llorar otra vez. No podía dejar que la tristeza d
Mateo, casi como si estuviera hablando consi
ue había sucedido con Sergio, la tristeza volvía a su piel, llenándola de un dolor punzante. Sin embargo, no podía rechazar a Mateo. Él había sido su roca en tantas ocasione
, con la voz aún vacía. Sabía que él
hacer preguntas innecesarias. Era como si supiera que no había que pedir pe
udo en su estómago se hiciera más fuerte. Mateo siempre había sido el más atento de los dos, el que le ofrecía una s
u garganta, pero las contuvo. No quería parecer débil fre
encontrar más palabras. Su voz sonaba r
icaba estar rota por dentro. No hizo preguntas, no la presionó para que hablara. Simplemente la guió hacia el sofá y se se
mento para decirle "te lo dije" o intentar hacerla sentir peor. No, Mateo sabía q
encia era lo único que la calmaba, el recuerdo de lo que hab
como si no pudiera mirar a Mateo directamente a los ojos. -Me de
ió a desbordarse, y Gabriela sintió cómo las lágrimas comenzaban a brotar sin poder detenerlas. Mateo no la inter
irar a Mateo, sabiendo que él también sentía
que ya no me amaba. Que conoció a otra persona, más j
Gabriela necesitaba procesar todo esto a su propio ritmo, y que
compartimos... -Gabriela sollozó otra vez, dejando escapar todo el dolor contenido durante
que lo era. Sergio había sido un idiota, y ahora Gabriela se estaba desmoronando. La quería más que a na
in apresurarse a dar consejos. -Lo que hizo, lo hizo. Y el hecho de que no lo h
. No era su culpa, pero eso no lo hacía más fácil. A veces las personas hacen daño sin pensar, sin me
e de esto. -Dijo, entre sollozos, apretando sus manos contra su rostro.
riciando su cabello con una tern
e te está pasando no tiene que ser algo que enfrentes si
echo de que Mateo estuviera allí, sin pedirle nada, sin exigirle que se recuperara e
ió, con una sonrisa tímida, a pesar de las
ecando una lágrima que caía por su mejilla
el dolor de Gabriela no se curaría con palabras. Lo único que podía ofrec
rato, dándole un pequeño apretón en el brazo. -A donde sea, solo
calmarse un poco. Salir, aunque solo fuera por un momento, era lo que más necesitaba. El f
eña sonrisa que, por primera vez