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Familia Rota: El Reencuentro de Almas

Capítulo 4 

Palabras:1063    |    Actualizado en: 08/07/2025

o el sonido de golpe. Escuché gritos ahogados y el murmullo asustado de los invitados. La

n. Su rostro pasó de la molestia a la incredulidad, y luego al pánico, cuando vio a Cuauhtémoc y a lo

n mi casa?" gritó, tratando de sona

en mi ventana. Nuestros ojos se encontraron. No había enojo en su mirada, solo una profunda y antigua

. Corrí hacia la puerta de la habitación y

¡Estoy aquí! ¡S

eza del mariachi giró bruscamente hacia mi venta

cállate!"

. Cuauhtémoc dio

era fuerte, retumbó en todo el jardín. Tenía el peso de l

soltó una ri

es mi prometida. Se

rró a su brazo,

go miedo. Écha

rtaban de los hombres de mi pueblo. Sabía que no eran maton

nte. Sin decir una palabra, entraron en la casa. Escuché un golpe seco y

. Dos guerreros de mi pueblo est

de volver a casa,"

riendo por mis mejillas. Pero no eran

nvitados se habían arrinconado contra la pared, asustados. El mariachi estaba parado e

a él, con Cuauh

oz para que solo yo lo oyera. "Te lo ruego. Te p

salió desde el fond

tera. Te di mis hijos. ¿Y qu

e quedó sin palabras.

que su llanto te molestaba mientras

fuerte, resonando e

orque decías que era demasiado déb

erca, mis ojos f

su cuna, y ni siquiera tuviste la

tropezando con

rirme en la oscuridad, alimentándome como a un animal,

pecho ardiendo. Todo el veneno, todo el dolor

ada. Pero yo sí. Yo recuerdo cada grito, cada lágrima, cada segundo de agonía. El re

e su rostro. Estaba empezando a recordar. Fragmentos, imágenes, sensacion

uede ser..."

lta, dándole

émoc, vá

otectora en mi hombro. Empeza

Xochitl,

lo interceptaron, sujetándolo por los brazos. Luchó contra ellos,

¡Ella es mía

rió a su lad

paz! ¡Llamaré

hasta ahora, se acercó a ella. Su rostro estaba arrugado como la c

"Tú también hueles a mentira. El mal que

etrocediendo como si

n alto. Al cruzar el umbral de esa casa, sentí com

ba l

ostro. El aire de la ciudad ya no me parecí

nos alejábamos por la calle. Sus pasos silenciosos eran el único sonido

ido de pura agonía, el grito de un alma que se da cuenta de que lo ha perd

o sentí ni una

ca más dulce que habí

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