La Pena Merecida Tardía Pero Llega
sentía un eco fantasma del frío del pavimento contra mi espalda, o el sabor a sangr
cendiente de Ricardo, cada sonrisa burlona de Camila. Recordaba cómo me hicieron sentir pe
za profunda por la chica que fui. La Sofía ingenua que creía en el amor por encima
uerta. Y yo estaba
epartamento en la colonia Roma. Era mi herencia, mi único patrimonio. Lo vendí. Lo vendí para
mor," me había dicho, besándome la frente
n peso de
o estaba seguro en mi cuenta. Era un pensamiento que me daba una satis
entos oscuros cuando la puerta
que empezaba a hacer ruido en la escena culinaria de la ciudad. Y el hombre que s
rme. Le rogué que me dejara en paz, consumida por la vergüenza. Murió sin
a expresión de preocupación genuina en su rostro. No habí
ja. "Tu tía me llamó.
o una distancia respetuosa. El olor a pan r
endió que fuera verdad. "M
de sorpresa y algo más, algo pa
verd
nte de verda
ionó. Simplemente asintió, como si f
nte. Sé que es tu favorito," dijo, sacan
los ojos de lágrimas. En mi otra vida, Ric
as," s
a cómodo. Con Mateo, siempre lo era. Él era mi hogar
carlo, de que no pudiera hacernos daño esta vez. Necesitaba un escudo. Necesitaba una declar
ón. Audaz. Loca
ado y lo miré dire
ate
clinó un poco hacia adelan
te con
aralizado, con los ojos muy abiertos, buscando cualqu
e perdido. "Tú... acabas de terminar con Ricardo. T
es una locura. Sé que no tiene sentido. Pero por favor, solo di que sí. T
la confusión, pero también vi la chispa de esperanza que trató de ocult
l, la puerta se abrió de nu
a de una manera fría y calculada. Llevaba un vestido blanco que costaba más q
endo!" dijo, su voz era puro almíbar. "Ricardo está destrozad
del novio herido, con la cara larga y los ojo
do en mi cama. La mirada de Ricardo se endureció, pasan
?" espetó Ricardo,
e. Tomé la mano de Mateo, entrelazando mis dedo
onando en la habitación silenciosa. "L
rta, su máscara de perfección se resquebrajó por completo. R
canto. "¡Te has vuelto loca! ¡Estás en shoc
cama, tratando
"Ayer planeábamos nuestro futuro. ¿Y a
, como si fuera un insulto, enc
patética vida," respondí, mi voz goteando desprecio. "Y sí, me voy
do por mi calma. Intentó una última tá
uave y suplicante. "Después de todo lo que he hecho por ti.
risa corta y
tas a mí. Pero esa fuente s
amila, recuperándose del
acia la puerta. "Claramente no está bien d
ada llena de odio. Era una promesa. Una pr
e devolvió el apretón, su pulgar acariciando mis nudillos. Toda
había comenzado, y acabab