Prisionera
ibia, aún ardiendo por
to huel
u p
ación sobre
ia que -ahor
una especie de niebla extraña, entre placer y culpa, entr
lta, buscando
lado de la ca
cí
unca hubi
das, cada caricia, fue como si
n puedo sentirlo. Lo revivo todo. Su mirada fija en la mía. Su voz ronca dicién
re
alquier cosa que ha
bargo...
silencio enorme se instala en el cuarto. Me rodea.
una tran
cond
guien más dejó s
confusión, el temblor en mis piernas, la ilusión que amenaza
l sonido de cubiertos y plat
í es
nt
te una camisa negra, abierta hasta el segundo botón. Su cabello aún húmedo, su expresión tan im
él un plato de fruta. Él ni
entrada, sintiéndome intrusa en una
-digo, con voz
cont
os labios, como si el caf
en la garganta. No por lo que pasó... sino por cómo me
ez para aclarar lo que ni siquiera entiendo. Pero él me i
on esa voz grave que
ué? -pregunt
sobre el platillo
ignificó algo", porque no es así. No pong
ué.
xo, Isabell
caen como pie
e me qued
irada, pero me cuesta.
ando así? -pregunto,
Esto no es amor. No es cariño. No es ni siquiera un matrimonio real. Solo eres la hi
le que no soy una cosa. Que no puede reducir
muerdo l
trag
nza por haberme entregado creyendo que
Y no serás la última. No confundas la lujuria con ternura.
Aprieto los dedos con fuerza.
s de mí? ¿Qu
s todo. No voy a endulzar esto, Isabella. No voy a regalarte ilusiones. Puedes vo
oscuros n
un m
ue acaba de estre
esdén-. Esto no es un cuento de hadas. Eres mi esposa por obligación. Nada más. Pero
espo
pue
. Las lágrimas se acumulan,
y a dar
nto en
as piernas temblando. Cada p
de salir del co
s lo que perdiste anoche... si tan solo supieras lo que alguien como
lg
, pero m
ro en la habitación, donde por
ro por
dado, por unas horas,
sentimientos en este infier
he, por primera v
zo recordar exactamente