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Prisionera

Prisionera

OliviaB

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4
Capítulo

Dicen que nadie escapa del destino... pero Isabella Moretti ni siquiera tuvo oportunidad de intentarlo. Una boda impuesta. Un apellido que la marca. Una deuda que no era suya, pero terminó costándole la libertad. Obligada a casarse con Dante Moretti, el heredero de uno de los clanes mafiosos más temidos de Europa, Isabella entra en un mundo donde el poder se mide con sangre, y el amor... es solo un lujo peligroso. Pero Dante no es solo cruel. Es inteligente, encantador, impredecible. Y bajo su cinismo feroz, esconde secretos que podrían arrastrarlos a ambos al borde del abismo. Mientras lucha por proteger lo único que aún le importa -su madre enferma-, Isabella descubrirá que detrás de cada sonrisa de su nuevo esposo, hay sombras. Y que a veces, el peor castigo... no es el odio. Es enamorarse de tu enemigo.

Capítulo 1 Prisionera

El vestido blanco pesaba más que el mundo.

Estoy de pie en el altar.

Y no siento absolutamente nada.

O tal vez siento tanto que ya ni distingo el miedo de la rabia, la vergüenza del dolor.

Las flores huelen demasiado dulce. La iglesia está demasiado llena. Y yo estoy demasiado sola.

Mi vestido es blanco, como el de cualquier novia, pero no me pertenece. Me lo pusieron como a una muñeca. No elegí la tela, ni el velo, ni siquiera el peinado. Hoy no soy más que una prenda de cambio. Un pago con labios sellados.

Él no llega.

El novio.

Dante Moretti.

Mi futuro esposo.

El hijo del hombre que destruyó mi vida.

Cierro los ojos un momento. Intento no desmayarme.

Pero el recuerdo llega sin permiso. Como siempre. Cortante. Hiriente.

---

Tres semanas antes

-Tu padre murió sin pagarme -me dice Rocco Moretti, sentado frente a mí, con un puro en la mano y una sonrisa seca.

Perdón? -dijo ella, sentada frente al escritorio de mármol negro, sus manos temblaban sobre su regazo.

-Tu padre me debía medio millón de dólares -dijo Rocco Moretti, cruzando las manos como si discutiera sobre el clima-. Y ahora que está bajo tierra, alguien tiene que pagar.

-Yo no tengo ese dinero, ni siquiera tengo con que salir de mis deudas, creame que si me da un poco de tiempo le pagaré, hagamos plazos, cuotas, entiendeme no me niego a pagar, solo no tengo la disponibilidad, además tengo a mi madre muy enferma.

-Lo sé. Por eso no te estoy pidiendo dinero -respondió con una sonrisa que le heló la sangre-. Te estoy pidiendo algo más valioso: tu obediencia, incluso podríamos llegar a un lindo acuerdo, ayudare a tu madre, pagare las deudas, solo tienes que decir que si, aunque creo que no tiene opción

Quiero reír. Quiero gritar. Pero no hago ninguna de las dos cosas. Estoy paralizada.

-¿Y cómo... se supone que pague, sino tengo el dinero?

-Con lo único que vale algo: tu nombre. Tu cuerpo. Tu obediencia.

Trago saliva.

-¿Quieres que me case con tu hijo? ¿Es en serio?

-Exacto.

-¿Y si me niego?

Él sonríe, sin humor.

-¿Tienes madre? ¿Algún ser querido? Porque si dices que no, mañana estaré enviándote flores negras por todos ellos.

Presente

El sonido de las puertas de la catedral se abre con fuerza. Todos giran la cabeza. Yo también.

Ahí está.

Dante.

Llega caminando como si viniera de una fiesta. Sin prisa. Con la corbata mal puesta y una copa en la mano. Está borracho. Lo sé por cómo tambalea y por cómo sonríe, con esa arrogancia que le cae encima como un traje hecho a medida.

-¿Ya empezó el show? -pregunta, burlón.

La gente murmura. Mi corazón también.

Camina hasta mí, sin mirarme siquiera. Se detiene frente al altar y alza la copa hacia su padre, como brindando en un funeral.

-Vamos, papá. Apúrate con el drama, que no tengo todo el día.

Rocco se pone de pie, muy lento. Todo en él es control, amenaza y poder.

-¿Vas a casarte con ella, Dante?

-¿Tengo opción?

-No.

-Entonces sigamos. Me estoy aburriendo.

Todo pasa demasiado rápido.

El cura carraspea.

Las palabras vuelan sin peso.

Cuando llega el turno de los votos, me mira por primera vez.

Sus ojos son fríos, bellos y crueles. Como el invierno en una ciudad que no quiero pisar nunca más.

-Prometo no matarte -dice, con una media sonrisa.

Yo me obligo a sostenerle la mirada.

-Y yo prometo sobrevivirte.

Las alianzas se deslizan en nuestros dedos.

No hay beso.

Solo silencio. Y aplausos que suenan a burla.

Acabo de convertirme en la señora Moretti. Y no hay marcha atrás.

No hubo fiesta, ni celebracion, fuimos directo a la mansion. La habitación es grande, hermosa y vacía. Como todo aquí. Como yo.

Me siento en el borde de la cama, aún con el vestido puesto. No me lo he quitado. No sé si quiero hacerlo. Tal vez si no me lo quito, nada de esto será real.

Entonces la puerta se abre.

Es él.

Dante.

Lanza la chaqueta a un sillón, sin mirarme.

-No te molestes en fingir luna de miel -dice-. Esa cama es tuya. Yo dormiré en la de al lado.

-Perfecto -respondo, sin emoción.

Camina hacia la puerta. Se detiene. No me da la espalda, ni se gira del todo.

-Mi padre te compró, Isabella. No te hagas ilusiones.

Me pongo de pie. Lo miro directamente.

-Y tú ni siquiera tuviste el valor de negarte. ¿Quién es más miserable?

Por primera vez, su expresión cambia. No sé si es rabia o sorpresa. Pero no dice nada. Solo se va.

La mansión parece un museo sin alma. Cada rincón guarda secretos. Cada puerta tiene cerrojo. Y cada persona que me mira... parece estar evaluando cuánto valgo.

Hoy encontré una nota bajo mi almohada.

"Corre mientras puedas".

No tiene firma. Pero es suficiente para que mis manos tiemblen toda la tarde.

Esta noche bajo al sótano.

No sé qué busco. Pero algo dentro de mí no me deja quedarme quieta.

Y entonces lo encuentro: documentos, armas, teléfonos quemados, mapas.

Un santuario del crimen.

-No deberías estar aquí -dice una voz.

Me doy vuelta de golpe. Es él.

Dante.

-¿Qué haces husmeando en mis cosas?

-Tal vez busco pruebas para escapar de este infierno.

Se acerca. Me acorrala sin tocarme. Su cuerpo es una amenaza que quema. Sus ojos... me leen como si pudiera ver todo lo que escondo.

-¿Sabes lo que le pasa a quien traiciona a los Moretti?

-¿Sabes lo que le pasa a quien se enamora de alguien que solo sabe destruir? -respondo, sin pensar.

Silencio. Largo. Pesado.

Sus ojos bajan a mis labios. Y por un segundo, lo juro... hay deseo. Pero lo oculta. Da un paso atrás. Frío otra vez.

-No te enamores de mí, Isabella. No soy tu final feliz.

-Lo sé -susurro-. Pero tú tampoco sabes de lo que soy capaz... cuando me rompen.

-¿Sabes lo que le pasa a quien se enamora de alguien que solo sabe destruir? -le devolvió, sin pensarlo.

El silencio fue denso. Las palabras quedaron flotando.

Los ojos de Dante descendieron a sus labios. Y por un segundo... pareció tentado. Pero retrocedió.

-No te atrevas a enamorarte de mí, Isabella. Porque yo... no soy tu final feliz.

-Lo sé -susurró ella-. Pero tú tampoco sabes lo que soy capaz de hacer cuando me romp

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