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La Esposa Oculta del Conde

Capítulo 4 Un infierno en el paraíso

Palabras:1105    |    Actualizado en: 27/05/2025

cigarrillo entre los dedos. El aroma del tabaco llenaba el aire, mezclado con el de nuestras pieles y el licor que había estado bebiendo durante toda la noche. Me sentía exhausta, pero no dije nad

do que el alcohol intensificara la sombra de deseo en sus ojos. Su mirada se clavó en mí, devorándome, mientras sus manos comenzaban a recorrer mi cu

amos -ordenó, su v

tado y mi intimidad ardía con un dol

preocupación, mientras sus labios bajaban por mi pecho

ré, evitando mi

-replicó, mientras sus manos

amor lo que sentía, era algo más complejo, más oscuro. Era deseo mezclado con resignación, como si mi cue

sus manos viajaban por mi piel sin permiso, dejando una sensación que no podía entender en aquel entonces. No voy a mentir: en algún momento comencé a disfrutarlo, a aceptar su dominio como algo inev

l oído-. Lo nuestro puede ser

esto era lo que quería, que estaba bien ser su mujer en secreto, su esposa sin amor, su prisionera disfrazada de compañe

o, una sola pregunta rondaba mi mente: ¿cuánto más podría soportar antes de qu

*

un pijama y el albornoz, escucho cómo el agua corría en el baño, respiré hondo, sintiendo e

oche solo era un maldita pesadilla, intenté calmarme, pero

en el pasillo. Mi cuerpo

tró en la habitación con su sirvienta fiel, esa sonrisa de satisfacción que siempre llevaba. Su mira

a ronca, grave, cargada de ese t

ratando de no mostrar ninguna emoción. Cualquier de

un paso hacia mí, sus ojos recorriendome. Me mordí la l

nce. Viktor salió, su cabello aún húmedo, con una toalla a

uelo? -preguntó con una m

ltó una car

e que no haya problemas. Ya sabes l

podía descifrar. El viejo salió de la habitación, cerrando

borde de la cama. Sus dedos tocaron mi r

guntó, como si de

desde que era una niña y todo esto comenzó. Que la mezcla de odio, dependencia y,

los ojos, dejando que lo hiciera, porque era más fácil así.

se levantó y se vistió lentamente. Lo observé de re

do el día y no me

iba. Sabía que estaría con ella, esa mujer que podía tenerlo sin restric

grimas brotaron sin control, silenciosas, ardientes, llevánd

desde fuera, pero que para mí era un maldito infierno. Tenía que salir de aquí, pero ¿cómo? To

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