La Esposa Oculta del Conde
cigarrillo entre los dedos. El aroma del tabaco llenaba el aire, mezclado con el de nuestras pieles y el licor que había estado bebiendo durante toda la noche. Me sentía exhausta, pero no dije nad
do que el alcohol intensificara la sombra de deseo en sus ojos. Su mirada se clavó en mí, devorándome, mientras sus manos comenzaban a recorrer mi cu
amos -ordenó, su v
tado y mi intimidad ardía con un dol
preocupación, mientras sus labios bajaban por mi pecho
ré, evitando mi
-replicó, mientras sus manos
amor lo que sentía, era algo más complejo, más oscuro. Era deseo mezclado con resignación, como si mi cue
sus manos viajaban por mi piel sin permiso, dejando una sensación que no podía entender en aquel entonces. No voy a mentir: en algún momento comencé a disfrutarlo, a aceptar su dominio como algo inev
l oído-. Lo nuestro puede ser
esto era lo que quería, que estaba bien ser su mujer en secreto, su esposa sin amor, su prisionera disfrazada de compañe
o, una sola pregunta rondaba mi mente: ¿cuánto más podría soportar antes de qu
*
un pijama y el albornoz, escucho cómo el agua corría en el baño, respiré hondo, sintiendo e
oche solo era un maldita pesadilla, intenté calmarme, pero
en el pasillo. Mi cuerpo
tró en la habitación con su sirvienta fiel, esa sonrisa de satisfacción que siempre llevaba. Su mira
a ronca, grave, cargada de ese t
ratando de no mostrar ninguna emoción. Cualquier de
un paso hacia mí, sus ojos recorriendome. Me mordí la l
nce. Viktor salió, su cabello aún húmedo, con una toalla a
uelo? -preguntó con una m
ltó una car
e que no haya problemas. Ya sabes l
podía descifrar. El viejo salió de la habitación, cerrando
borde de la cama. Sus dedos tocaron mi r
guntó, como si de
desde que era una niña y todo esto comenzó. Que la mezcla de odio, dependencia y,
los ojos, dejando que lo hiciera, porque era más fácil así.
se levantó y se vistió lentamente. Lo observé de re
do el día y no me
iba. Sabía que estaría con ella, esa mujer que podía tenerlo sin restric
grimas brotaron sin control, silenciosas, ardientes, llevánd
desde fuera, pero que para mí era un maldito infierno. Tenía que salir de aquí, pero ¿cómo? To