La Esposa Oculta del Conde
ila
ión se desvió cuando sentí la mano de Víktor rodear mi cintura, un gesto tan automático como intimidante, que me hacía recor
. Mi nombre es Lorenzo Bianchi, un placer co
actitud, inclinó ligeramente
Bianchi. Permítame presentarl
era su "hermana" ante el mundo, y yo no tenía derecho a decir lo contrario. Lorenzo me miró fij
ientras bajaba la mirada, incómoda. Demonios, porque razón sentía tanto nervios, a dec
nte seño
enzo explicó su visión de construir hogares y espacios para niños desamparados, una iniciativa noble que Víktor, aparentemente, consideró d
acercó para despedirse, dejando un beso en mi mejilla que Víktor observó con ojos entrecerrado
do, y con mucho dinero. -Sus palabras rezumaban sarcasmo y de
uerza, llevándome hacia el segundo piso. Los empleados apenas alzaron la mirada, acostumbrados a su temperamento impredec
e coquetees con otro
a, pero su tono n
omo tal. Ademas porque te molestas con algo tan insignificante, hice lo que me pediste a
exactamente lo que venía al ver su enojo,
aquí eres mi condesa, mi esposa. Mi juguete...
a primera vez que sucedía esto, y cada vez me recordaba cuán atrapada estaba en su mundo. En su estúpido juego de cuando él estaba con esos que querían coquetarm
os sentimientos contradictorios que me ataban a él, a pesar de todo lo amaba sin esperar los mismos sentimiento
boca comenzó a recorrer mi piel como si cada beso fuera un recordatorio de mi lugar en esta relación. Yo,
eado durante años. Hubo un tiempo en que realmente creí que me amaba. Recuerdo sus miradas de disgusto en las fiestas de beneficencia cuan
beza, pero nunca para él. Él jamás quiso soltarme, y
que no estaba dispuesta a dar. -Quiero que sientas placer al igual que yo lo siento contigo -dijo con esa voz que siempre usaba
on con frialdad,
reno? ¿El señor Lorenzo? -conti
fío, levanté el mentón y, sin pensarlo dos
tar, como tú lo dices. P
s, me sentía prisionera en un juego al que nunca quise jugar, expue