Una Esposa Invisible
ficina, entre llamadas urgentes y reuniones pospuestas. Cuando lo invadía el estrés, me buscaba. A veces me bastaba con verle la
lado que daba a la ciudad y me hacía suya mientras el sol caía sobre los rascacielos. Y yo era suya. L
na. Su boca bajó por mi cuello como si conociera el mapa de mis deseos. Y cuand
oído, aún dentro de mí-.
a decir lo que él aún no
ía que lo esperara en autos negros con chofer, y siempre me encontraba impaciente, con el cuerpo vibrando solo po
parado. Él estaba recostado en su silla, con el saco desabrochado y la corbata
me los ojos de encima-. ¿Qué
responder. La puer
do se vi
gris y ceño endurecido entró sin anunci
upe al
reguntó con voz autoritari
ondí, intentando
esito hablar con
ago se r
hi
ón. Estab
rmuró, le
e llegaban rumores...
ue crees -e
ajadora casual que por casualidad ta
-gritó León, con una fur
ia, León! ¡Y tienes los cojones
ntraerse. El aire
, sin mirarme. Su voz er
uerta y esperé en el pasillo, el corazón la
, pero sí los tonos. León defendía. Su padre at
pués, la puerta
esto -dijo el señor Caballe
n beso en la oficin
dentro de aquellas cuatro paredes. Todo lo que había entre León y yo, esa conexión
no podía hacer más que quedarme quieta en el rincón de la sala, co
tó su padre-. ¿Cómo pu
bajándome a n
os. Y no lo dijo mirándome a mí. Se la gritó a su padre, con
que es amar, León! ¡Es
¡Yo no voy a vivir bajo tus
¡No entie
por la discusión, no lo notó de inmediato. Fui yo quien vio cómo sus rodillas fallaban,
allejo! -co
ostuvo antes de qu
ón sacando su teléfono con manos temblorosas. Un chofer corriendo por e
gundo en el auto. Tenía la mirada perdida y los labios apretados. No m
ar en una sala con olor a alcohol y desinfectante. Yo estaba junto a él,
ue lleg
dre d
traje de diseñador, con una mi
Solo se acercó a mí, levantó l
alejaste de su padre, de su camino, de su deb
ome. Yo tenía el rostro ardiendo,
les así! -l
iendo por tu culpa,
rgencias se abrieron. Un médi
jo-. Hicimos tod
se apoderó
quedó inmóvil. Ni
é tocarle
, apartándome-.
er
et
h
reció durante semanas. No volvió a la oficina. Nadie sabía de él. Yo seguía trabajand
su cuerpo sobre el mío, su voz diciéndome que me estaba volviendo
también lo que
casi tre
nces,
fría. Una expresión que no reconocí. Lo acompañaba un h
, sin una pizca de emoc
la garganta. Cuando cerró la
itorio, había
-dijo, señal
é es
Nada importan
susurré-.
ir
orque todavía lo amab
el abogado se ac
elicitaciones. Es usted
zón se
.. qué
me-. Ese papel que firmaste es un contrat
adas. Todo en mí quería preguntar por qué.
ué hici
ambien tiene