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Una Esposa Invisible

Capítulo 5 La muerte

Palabras:1339    |    Actualizado en: 05/05/2025

ficina, entre llamadas urgentes y reuniones pospuestas. Cuando lo invadía el estrés, me buscaba. A veces me bastaba con verle la

lado que daba a la ciudad y me hacía suya mientras el sol caía sobre los rascacielos. Y yo era suya. L

na. Su boca bajó por mi cuello como si conociera el mapa de mis deseos. Y cuand

oído, aún dentro de mí-.

a decir lo que él aún no

ía que lo esperara en autos negros con chofer, y siempre me encontraba impaciente, con el cuerpo vibrando solo po

parado. Él estaba recostado en su silla, con el saco desabrochado y la corbata

me los ojos de encima-. ¿Qué

responder. La puer

do se vi

gris y ceño endurecido entró sin anunci

upe al

reguntó con voz autoritari

ondí, intentando

esito hablar con

ago se r

hi

ón. Estab

rmuró, le

e llegaban rumores...

ue crees -e

ajadora casual que por casualidad ta

-gritó León, con una fur

ia, León! ¡Y tienes los cojones

ntraerse. El aire

, sin mirarme. Su voz er

uerta y esperé en el pasillo, el corazón la

, pero sí los tonos. León defendía. Su padre at

pués, la puerta

esto -dijo el señor Caballe

n beso en la oficin

dentro de aquellas cuatro paredes. Todo lo que había entre León y yo, esa conexión

no podía hacer más que quedarme quieta en el rincón de la sala, co

tó su padre-. ¿Cómo pu

bajándome a n

os. Y no lo dijo mirándome a mí. Se la gritó a su padre, con

que es amar, León! ¡Es

¡Yo no voy a vivir bajo tus

¡No entie

por la discusión, no lo notó de inmediato. Fui yo quien vio cómo sus rodillas fallaban,

allejo! -co

ostuvo antes de qu

ón sacando su teléfono con manos temblorosas. Un chofer corriendo por e

gundo en el auto. Tenía la mirada perdida y los labios apretados. No m

ar en una sala con olor a alcohol y desinfectante. Yo estaba junto a él,

ue lleg

dre d

traje de diseñador, con una mi

Solo se acercó a mí, levantó l

alejaste de su padre, de su camino, de su deb

ome. Yo tenía el rostro ardiendo,

les así! -l

iendo por tu culpa,

rgencias se abrieron. Un médi

jo-. Hicimos tod

se apoderó

quedó inmóvil. Ni

é tocarle

, apartándome-.

er

et

h

reció durante semanas. No volvió a la oficina. Nadie sabía de él. Yo seguía trabajand

su cuerpo sobre el mío, su voz diciéndome que me estaba volviendo

también lo que

casi tre

nces,

fría. Una expresión que no reconocí. Lo acompañaba un h

, sin una pizca de emoc

la garganta. Cuando cerró la

itorio, había

-dijo, señal

é es

Nada importan

susurré-.

ir

orque todavía lo amab

el abogado se ac

elicitaciones. Es usted

zón se

.. qué

me-. Ese papel que firmaste es un contrat

adas. Todo en mí quería preguntar por qué.

ué hici

ambien tiene

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