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Una Esposa Invisible

Capítulo 2 El pasado

Palabras:1232    |    Actualizado en: 05/05/2025

años

Yo no recuerdo a mi madre biológica. No sé si me a

zado de caridad. Las monjas parecían ángeles a los ojos de quienes donaban dinero, pero detrás de las puertas cerradas, todo era gritos, castigos injustos, ayunos

a callarme. Nunca lo

ar a cumplir dieciocho años para ser libre. La libertad se toma, no se espera. Así que tomé mi decisión. Me escabullí cuando la oscu

que el cielo se sintió menos gris. Vagaba. Robaba sobras, me metía en trenes sin destino, cruzaba pueblos, evitaba a los policías y dormía en plazas públicas

or de basura detrás de un pequeño restaurante en un pueblo que no sabía cómo se llamaba. Me acerqué,

rbar, niña -dijo u

recogido, con un delantal manchado de harina y unos ojos oscuro

nes h

garganta ardía. As

iente, pero tienes que lav

ina del restaurante, me sirvió un plato de arroz c

preguntó mientras y

ler

apel

quería responder.

men. Y si te portas bien, puedes venir cada

l comienz

pa limpia, una cama. Me enseñó a lavar platos, a barrer, a picar cebollas sin llorar. Y, sobre todo, me

r nada para saberlo -me decía si

sin pensarlo. Me gustaba cómo son

scuela. Ella cocinaba con una pasión que contagiaba. Teníamos discusiones absurdas por lo pi

ante -me decía-. Pero nunca olv

olo quiero poder darle

es eso

hasta la madrugada, sin preocuparse

negando con

or me

niversidad, comenzaron los olvidos. Al principio era leve. Perdía las llaves, confundía los ingredientes. Luego, las cosas empeo

Val. ¿No me

, Luz... ¿Me

diar administración, quería construir algo. Ser alguien. Mamá ya comenzab

ba igual, se le quemaban las comidas, se olvidaba de los pedidos. Y yo... yo no podía con todo. El negocio cayó y tuvimos que entregar el local por la hipoteca. Terminam

pero ya no podía dejarla sola. Una vez casi se incendia e

ré como nunca. Me culpé. Me odié. Pero l

r la universidad, el alquiler, la residencia. Todo. Mandé más de cien currículo

uí en el Grupo Caballejo nos interesa su perfil para una vacante. Si pue

icieros o redes. Solo fui. Con mi carpeta en la mano, los

odos me miraban como si no perteneciera ahí. Recuerdo cómo una recepcionista ru

para consegu

al hombre que desordenaría cada parte de mi vida. León Dueño de un

l cabello negro. Cuando se giró, lo primero que noté fueron sus ojos: fríos, calculad

? -fue lo pri

ondí con firmeza, aunque por de

amable. Era una sonrisa de reconocimiento. C

personas débiles. Y usted...

o una amenaza. Pero me

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