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La Rosa de la Muerte

Capítulo 2 Destierro al campo

Palabras:1049    |    Actualizado en: 27/04/2025

ta monotonía del paisaje. Verde. Más verde. Un molino. Vacas. Ovejas. Árboles torcidos por

arruaje, de tapicería borgoña, olía a cuero, polvo viejo y a las flores de lavanda que la d

logr

ntra el respaldo a cada bache, y la ausencia de cualquier conversación humana la e

uró, mirando la ve

vez que el cochero gritó a los caballos para que subieran una cuesta resbaladiza. El paisaje, au

sobre los adoquines, los gritos de los vendedores ambulantes, el

arecía moverse en silenci

l vidrio, buscando el fr

Frederick. Sir Frederick

últ

bía sido el más... dulce. Tísico, encorvado, con una tos que parecía desgarrar

quería ver

siendo en su pañue

amos ir a Italia. Roma. V

duele verlo. Las ruina

la mano por el cabello ralo y le prome

rido. Pronto

a que el tiempo de Frederick no se contaba ya

a planificar

ril, mientras Eveline le

uspiro fue

ali

húmeda y ordenó a los sirvientes que

cadena. Y ella, por más que el mundo la acusara de ser una ca

de Frederick. Por la promesa rota d

los ojos, dejando que el movimiento la meza, casi como si regresara a aquella tar

ía, con esa dulzura fatigada suya, maravillándose de la niebla en l

surró Eveline, entre u

sacándola de sus cavilaciones. La doncella, se

ino está... -in

o una mano enguantada-. Dudo que este lugar

como un pájaro asustado. Eveline no podía culparla. S

a que detrás había mucho más -¿un intento desesperado de su padre por sacarla de Londres? ¿Un plan

ropuestas indignas, las cartas

iscutían quién sería el próximo tonto en caer bajo su embrujo. Incluso los diarios, con su hipocresía

a embalado sus vestidos, sus joyas, su arsenal de indiferencia, y hab

hora

na mansión rural, entre parientes remilgados y un herede

t Mon

su mente, como un

mores: que era un hombre

sionado, traicionado por una joven que prefirió a un vizconde más prometedor. Desde entonces, Ellio

esta vez con g

ra sí-. Al menos es

ma. Una construcción imponente, de piedra oscura, con torres que desafiaba

e a las escaleras principal

cendió después, dejando que su capa ondeara dramáticamente tras e

stro pétreo les hi

la Residencia Monderlai. Lord Ell

impasible, aunque una chispa de em

l hacia su destino, consciente de que, de alguna manera qu

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