La Rosa de la Muerte
stos terrenos de la mansión Monderlai. El sol apenas era un resplandor blanquecino de
erior: un vestido de muselina azul celeste, tan ceñido al busto que cada movimiento insinuaba más de lo permitido por el decoro victoriano. La falda,
e servía el desayuno, varias
desviaron la mirada con una m
de la mesa, levantó los ojos de s
a cabeza sin ningún disimulo, pero su
preguntó, como si repitiera la c
ndo su bolso sobr
de a ignorar las pequeñas molestias -respondió mientra
maridos muertos flotó en el a
no pe
a cabeza ligeramente,
elana chocando suavemente y el crepitar de la chimenea. Eveline, acostumbrada a las co
os labios con una servillet
visitas, mi lord? ¿O planea ofrecerme algu
ón cruzó fugazmente lo
los paseos a ca
arme por la botánica
brazo de su silla, sostenie
un verdadero pla
una carcajada
erer exponerse a se
te intrigado
más, acor
*
o en la misma neblina húm
egro como la noche para Elliot, otro
d de alguien que había nacid
tó la ayuda del mozo pero insistió en acomodarse ella misma. El corpiño tira
o dictaba la decencia femenina, la
er testigo de una
sonrisa breve,
ojos bien
a convertía todo en un escenario fantasmal: los árboles parecían espe
o, el único sonido era el resonar
del cuerpo de Elliot, en la manera en que mantenía siempre una distan
Eveline quien ro
an conversador
algo que decir -rep
a no tie
ente su caballo para acer
ocupado vigilando
ó una carcaj
Suele cuidar así a todas sus visitas, o so
entan vestidas para un
uió con fin
sa de in
la de lo que usted lleva con tanto orgul
rió ampl
ndo herirme, L
ebe
soy una criatura mucho más r
ellos, pero esta vez no era incó
hacia un pequeño cla
caballo y desmo
El terreno está resb
arrugó l
hacerme
freció
que cargarla después
o su mano enguantada. Luego,
ceptible pasó entre ambos. Elliot tensó la mandíbula.
o, el vestido revoloteando
o, quedaron d
arba incipiente. Él, el leve tem
movió de
soltó su mano y se
guntó Eveline, con
aminamos
emoci
a, empezó a fluir con la extraña naturalidad que solo se da
dos efímeros-, de libros -los pocos que Elliot admitía disfrutar-
pullas se volvieron menos
sas, más
cios, men
paso a través de la niebla, Eve
ntía
un h
ntentaba adularla, ni
ente...
n peligroso co
po, sintió un pequeño temblor e
o tenía nada que
*
el sol ya declinaba hacia el oe
ncipal, Elliot desmontó prime
ce de sus manos
los dos apa
Harrow? -preguntó él, con un
Monderlai -susurró
leras dejando tras ella el eco de su risa... y un Elliot Monderlai qu