La Rosa de la Muerte
como pocas veces se veía en aquella región del campo. Después de va
n rodeada de paredes que parecían susurrar secre
paciencia irritada y curiosidad
de crecían flores silvestres incluso en el otoño. Un sitio que, según le dij
arrón apagado del paisaje otoñal. La falda era amplia, pero el corsé era tan ceñido que cada respiración parecía un acto
ta, negó con la cabeza, aunque una
e frío, La
acercó y le rozó el brazo ap
e hacer la misma preg
que no habrá cambios. Es u
volvió hacia el sendero, sin
la luz nos abandone a
para sí mism
ine siempre un paso adelante, como si el
poco al p
un zumbido sordo que pa
*
ago, Eveline soltó u
elo como un espejo, y alrededor crecían flores de un
erfecto
era en que el viento jugueteaba con los rizos rebeldes que escapaban de su
ijo-.
ó y lo atra
momento, ni
los árboles, llevando cons
primera en ro
l paisaje que no pu
como si se ofendiera, sino co
el paisaje -dijo fi
rió, des
onces
no encuen
carcajada, ligera
es usted, Lo
s ligeros y sin p
stener una conversación sin so
pcionarla -dijo él c
e arrodilló para reco
ue sintieron e
ruñido de una bestia dormida despe
za, el cabello ondeando
o fu
lliot, ya escanea
arse con violencia. El cielo, sin aviso, pasó de
ijo Elliot, y ya l
da como siempre, n
os a la mans
esando si sería más rápido d
señaló hac
es no lejos de aquí. Refug
arqueó u
durante una tormenta? Mi reputació
ás de lo que ya carga -dijo
a carcajada y
d. Me entrego a s
*
rie
estión de minutos, se convirtió en una cortina d
opas, el viento los empu
vaje, que Elliot encontró desconc
ó la cabaña: una construcción de mader
erta, que cedió con
w -dijo, haciendo una
rizos pegados a su rostro y el vestido
los ojos un segundo par
menea, una mesa tosca, un par de sill
senc
go rápidamente, sus de
las llamas llenó la estancia
a un peso muerto sobre sus
o, se lo quitó y lo d
ció hizo que Ellio
se había vuelto casi tra
a, delineaba sus curvas como si
e de su efecto,
como si hubiera visto un
rrigió él, sin a
elleza
ligro
, acercándo
e ellos, un calor que no tení
eta, Lord Monderlai -dijo
e se enferme
d
o breve, casi
ojó de la chaqueta empapada, quedándose en camisa
disimuló su
vaya -m
ario indecoros
para un so
lar las ventanas. El viento se colaba p
ensión hacían que la distancia entre
fuego, y Elliot, sin pensarlo, las t
cidad fue
se alzaron, fij
nstante, t
s en un juego diseñado por otros. Eran simplemente un hombr
s muñecas de ella, subiendo
frío, sino de algo
usurró Elliot,
no? -susur
re sus labios er
... y una
ojos, como si luc
uró-. No eres un contra
ulce y trágica que Elliot sintió qu
lliot Monderlai. Haz
lo
o, exploratorio. Labios tante
a tormenta af
otro como si el mundo s
nos por su espalda, a
cabello, tirando suavemente,
da, real, sin más
Harrow ni l
eline y
encontrándose en
ado, arrojando destellos anara
o si fueran la única salva
omo si temiera que ella se desv
ía vivido como una prisionera de sí misma. Por primera vez en años, no sentía
entía.
Elliot apartó sus labios
ella, ambos jadeando como si
n a la tela mojada de
as manos por sus hombros, sus brazos, hasta e
tela -
abrió l
encontraron, cr
endieron algo: nada de lo que ocurriera entre ello
se despojó de la camisa,
por el frío, pero ardía
recorriendo con las yemas de los dedos las
de caballos, de una vida vivid
usurró, como si
que murió en sus labios al ver l
a -dijo, acariciá
asu
no tener
encontrarse, esta vez
loración, u
a, hacia la espalda, delineando cada
uñas rozando la piel expuesta de su cadera, arrancándol
fuera rugía c
entro de ello
lici
*
erpos amenazaba con consumirlos por completo-, Eveline se dejó
u lado, sosteniéndose c
tido ceñido, sus mejillas
to nada más her
a mano y le acari
qué p
sus
n
queó un
uesta tan
llo -dijo, acariciándole
evó a su pecho, donde su co
ente
S
así por c
el impulso de abrazarla, de hundirse
nombre en tu lista
enmud
desvaneció d
lo a los ojos, con una seriedad q
so -dijo, la voz
ces qué
apretó l
an, pero dentro de la cabañ
ondo-. Quiero que alg
n mechón de cabello del rostro, co
e Harrow. Siemp
n los ojos de ella, per
aría. N
rozando sus labios,
imo que cualquie
me algo,
quier
piensas que no valgo la pena... dímelo. Dímelo a
tó los
era un puñal clav
e daré l
o j
or mi alma
ando escapar un suspiro
abrazaron, no hubo des
enta construcció
sól
o r
*
amainó y la lluvia se volvió apena
sión en silencio, pero un sil
os que habían pa
sab
ozando los de él de vez en cuando, como
a una expresión neutra, pero
dos ya los esperaban con faroles en mano y rostros preocu
n mostra
a
ta de la mansión, sus miradas
to sil
s estaba c
mo cielo caído sobre sus