CEO Maverick
erpo delgado de Steve y sus jeans holgados y sucios. Estaba ocupado y el chico que trabajaba para él estaba de vacaciones, así que supongo que por eso estaba trabajando un doming
e estaba en el suelo tomando té con sus muñecas y osos. -¡Remi! -La princesita rubia saltó y corrió hacia mí. La levanté y ella me envolvió con sus brazos y piernas. Inhalé su champú con aroma a manzana. - Hola, KayKay. ¿Estás siendo bueno con mamá? Kaylee sonrió y asintió. Entonces ella se retorció y la dejé en el suelo para regresar con sus invitados a la fiesta del té. Mamá sonrita del plato que estaba sobre la mesa. Mmm. Chips de chocolate, mis favoritos. Ella colocó una taza de té delante de mí. A mamá le encantaba coleccionar tazas de té delicadas y floreadas en los mercados al aire libre. Ninguno de ellos coincidía. Como siempre me decía mi familia, mamá. Cuando terminé mi galleta, observé a mamá: parecía cansada y su rostro estaba demacrado. Hice una mueca. Mamá siempre decía que era una mezcla de lo mejor: afroamericana, con un toque hispano y algo de duro origen irlandés. Supongo que por eso me gustó a primera vista. Yo también era una mezcla. Mayoritariamente hispanos, aunque no tenía idea de quiénes eran mis padres. Probablemente también tuve un antepasado afroamericano en algún lugar del árbol, y se colaron otras cosas (quién sab
Entonces, ¿qué? - Nada, hija mía. Nada. Miré la carta sin comprender y vi lo que decía. -¿Seis meses? Mamá se movió en su silla, sus ojos cubiertos por un brillo de lágrimas. -Nadie lo puede decir con seguridad. El Señor siempre tiene un plan. - Al diablo con eso. -Me levanté y vi a Kaylee estremecerse de sorpresa. -Lo siento, Kaylee. -Tomé otra hoja de papel y mamá intentó agarrarla. Respiré profundamente. -Hay una operación. Mamá se enderezó. -Es experimental, Remi. No hay garantía de que funcione. -Una pausa. - Y es muy caro. Miré hacia abajo. Cuando vi el monto en dólares, sentí como si mis pies se hubieran caído del suelo. Agarré el borde de la mesa. - Mamá... La puerta principal se cerró de golpe, seguido del sonido d
caer en la silla de mi escritorio y me senté frente a mi computadora portátil, mirando fijamente a la pared. Pensé en los niños, Steve y Kaylee. No podíamos perder a mamá. Fue tan injusto. Mi cara se contorsionó. Ella había dado mucho. Ella era tan amorosa y desinteresada. Quería gritar o tirar algo. Sin parar a pensar, abrí mi por