Una Excusa Perfecta Para Amar
dán sobre nuestro futuro, Marie apareció con el teléfono
elo. -dijo ella co
scuché fue la voz del doctor, Héctor Casillas, é
ar en sus palabras. No lo dudé un segundo más y pre
uerta principal para recibirme. Rompí en ll
estaba bien. -mencioné abrazánd
os pulmones, no hay nada que podamos hacer ahora, solo
componiéndome y mirando directam
eléfono. -mencionó mirándome, el pesar sigue plasmado en sus orbes-. Los llamé, le
iqué-. Déjalos, haremos solo lo que el abuel
lo hablarme. Apenas entré lo vi tendido en su cama, con un color
llocé camina
-dijo él tendiéndom
regunté sintiendo como mi pulso se ac
se va de mi lado y no puedo hacer nada para evitarlo. Las lágrimas caen-. ¿Quiere
ambió, fue amor a primera vista, un amor profundo que fue correspondido por el otro. Con altibajos como cu
la abuela y yo siento como mi pecho se reabastece con la espe
buelo. -respondí sonriendo, olvidando por un m
con Adán. -dijo mirándome con cariño-. No quiero un matrimonio infeliz para t
spondí sintiendo como el
o, ¿Jamás has considerado la opción de divorciarte de ese po
últimos tres años siendo su esposa, no fui a la universidad
nte quedarás con mi protección y como mi heredera. No solo eso, tendrás a una per
é levantando la mirada y encontrá
ien nos rechaza, seguiremos siendo rechazados por el resto. Te amo, mi nieta consentida. Luego de que tu a
e alegría que creyeron extinta en sus corazones y que, como la depresión de mi madre
er como esa luz se extingue con cada año que pasa. Mereces a una persona que encandile esa luz y
ausarle tanto daño a Victoria. -mencioné sin
. Tú no tuviste la culpa, Eva, estabas pasada de tragos y Adán entró en tu habitación cr
culpan, abuelo,
ado, será como una carga pesada que no te permitirá avanzar en tu vida y no quiero eso pa
e pedazos de la niña llena de ilu
universidad y construir tu empresa de vino
i sueño montar la primera sede en Paris, ya sabes, la ciudad de
-dijo tosiendo-. Estoy seguro de que sie
a despedida? -dije ap
ue contarte. No todas son de tu abuela. -son
a noche cayó sobre nuestro techo. Las llamadas y mensajes rebotan en mi teléf
uarda que ha sido durante estos tres años, Sc
a, Scott, no me iré de aquí. -le dije, pero él no s
que quizás sea imprudente, pero le han
estima mucho y ella igual a é