Herencias del corazón
gigante vigilante. Las luces doradas iluminaban sus ventanales, reflejando una elegancia que parecía impenetrable. Pero esa no
e la familia, su abuelo, que colgaba en la pared opuesta. Sus labios estaban apretados en una línea delgada, y su usual compostura era solo una máscara que
uño cerrado-. Si no encontramos una solución, perderemos todo. ¡La e
s... -replicó Andrés, el hermano menor de Isabela, co
El silencio cayó en la sala mientras todos los ojos se volvían hacia ella-.
país a estar al borde de la ruina en cuestión de meses. Escándalos financieros, malas inversiones y la feroz competencia de los Altamira los habían d
á de cuero, jugueteando con un vaso de whisky entre los dedos. El rugido distante del tráfico era la banda sonora de su vida, pero en
n tono frío que no dejaba lugar a discusión-. Si no recu
a sonrisa ladeada-. ¿Llorar en las páginas de economía o
ose hacia él-. Vamos a hacer lo impensable
an absurda que pensó que su madre estaba bromeando, pero l
desastre -dijo, su tono cargado de d
tre, igual que nosotros. Y si no queremos que nos aplast
la, con su actitud altiva y esa mirada que siempre parecía juzgarlo, era lo último que
y desafío. El mismo pensamiento cruzó por su mente mientras los gritos de su familia se
a mansión Villaseñor y otra desde el penthouse Altamira. Las líneas telefónicas cruzaron