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Herencias del corazón

Capítulo 3 El acuerdo improbable

Palabras:1156    |    Actualizado en: 21/01/2025

rar con las voces de decisiones importantes y debates acalorados. Esa mañana, sin embargo, el ambiente era pesado, casi asf

arecía haberse especializado en malas noticias-. Hemos revisado su propue

estómago. Pero Isabela no parpadeó, ni siquiera dejó qu

una calma calculada-. Villaseñor & Asociados ha sido

posición en la silla, incómodo po

actuales. Su índice de endeudamiento y la falta de liquidez

tomado su decisión antes de entrar a la sala. Cuando finalmente los despidió

ntado a su lado en silencio t

ja con una

ada. Sabía perfectamen

ltamira? -preguntó

sintió con

. Podrían ser los únicos con quienes p

o. -Su tono era cortante, casi frío-. ¿Crees que Javier Alta

ago s

si no hacemos algo ahora, no habrá u

egociar con Javier Altamira, el hombre que encarnaba todo lo que despreciaba

mada -dijo

ran pantalla que proyectaba un esquema financiero. Aunque sus ojos estaban fijos en los números, su mente

o. Pero cuando vio el nombre de Santiago Robles, el fiel mano

esta gente ahora? -mur

esa. -Su tono era bu

Javier. Necesito hablar

ntó, aunque ya sosp

ue puede salv

sonó en la sala, per

que ustedes estaban

Tú sabes tan bien como yo q

cio por un momento. F

or nuestra oficina m

l, Altamira. Esto es es

en su voz era evidente-.

s Villaseñor seguía siendo repulsiva, pero no podía negar que había algo intrig

que prometía ser una reunión llena de tensión. Javier y Emilia Altamira estaban senta

resencia era como un látigo de aire frío. Llevaba un traje perfectamente entallado,

-dijo con un tono neutr

er, por su parte, se limitó a inclinar la cabeza, estudi

resentó los datos financieros de los Villaseñor, seguido por Adrián, el

es críticas -concluyó Emilia, rompiendo el silenc

únicos que podemos ayudarnos mutuamente -añ

una risa breve-. Me parece más apropiado dec

echo es que nuestras fortalezas y debilidades se complementan. Ustedes nece

eguntó Emilia, inclin

aire antes

trabajamos juntos para estabilizar nuestras operaciones y, una vez que amb

alzó un

Eso suena... demasiado c

bela-. No estoy aquí para mendigar, Alt

a su hijo, como si estuvieran teniendo una c

rincipio. Pero nec

inmediato-. Ninguna de nuestras f

ó con una son

an confiad

rible -replicó Isabela

ra la inevitabilidad de lo que estaba sucediendo. Amb

puso de pie y extendió

es un

tamira, marcando el inicio de una alianza que camb

on una mezcla de admiración y desafío. Había algo en su determinación

ero ambos sabían que la verda

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