icon 0
icon Recargar
rightIcon
icon Historia
rightIcon
icon Salir
rightIcon
icon Instalar APP
rightIcon

Soy Suya Señor Karl.

Capítulo 10 Deseoso por ella.

Palabras:1426    |    Actualizado en: 12/01/2025

a

este tipo de sentimientos no tenían lugar en mi vida. Pero mi cuerpo me traicionaba. Ella estaba ahí, completamente vulnerable, y algo en ella me atraía de una forma tan intensa que casi me asusta

idad que yo mismo no lograba comprender. ¿Desde cuándo me había vuelto tan vulnerable? Yo, el gran Karl, el hombre que nunca se permitía sentir nada. Pero aquí es

cía burlarse de mi intento de negación. Esta mujer era diferente, y aunque trataba de conve

ía una guerra en mi interior. Una parte de mí quería tomarla completamente y dejarme llevar por la pasión, mientr

os que, a pesar de mi decisión de contenerme, nacían de una forma natural. Era como si

n en mis hombros, y por un momento, me pregunté si ella también estaba dispuesta... pero aquí las

ronca y casi en un susurro, mientras observ

go -respondió en un tono de voz que denotaba sum

o si solo se sentía obligada a complacerme. Con un suave movimiento de caderas, dejé que mi cuerpo se acomodara sobre el suyo, disfrutando de cómo sus

a sostenían con firmeza. Mordí suavemente, dejando una pequeña marca, y escuché sus reacciones, una m

. Observé cómo su cuerpo temblaba bajo mi toque, su piel erizándose ante el roce de mis dedos y labios. Sonre

staba haciendo era la primera vez, ya que jamas mi cuerpo exigia intimidar no despues de aquello. Sin embargo, mi cuerpo parecía responder a una fuerza extraña y profunda que lo manejaba, como si en este instante no hubiera mundo, solo el d

i interior. Pero no me detuve, no podía detenerme, y con cada instante mis movimientos se hicieron más int

on una sonrisa que no pude evitar, no

que su cuerpo buscó el mío por sí solo, moviéndose con una necesidad que despertaba algo feroz en mí. Sentí mi cuerpo reaccionar, una ola de calor y dureza inesperada que apretaba mis propi

ose por qué había parado justo en el punto álgido. Me levanté sin pronunciar una palabra y me dirigí al baño. Cerré la puerta tras de mí y dejé

do bajo mi toque, no me abandonaba. Cuando terminé, me envolví en una toalla y regresé a la habitación. La miré, aún observándome con una mezcla de curiosidad y d

de la ventana, como un reflejo de la vida que había conocido. Todo lo que me rodeaba parecía atrapado en sombras, un eco de las cicatrices que mi padre d

la en esa oscuridad que me consumía, como si tal vez, al compartirla, el peso se aligerara. Quizás entonces,

sión, donde las sombras parecían doblarse, entrelazándose con mis pensamientos más oscuros. Subí al tercer piso, sigui

las entrañas de la mansión. Bajé unos escalones y avancé hasta sentir el suelo de piedra bajo mis pies. Allí, en ese es

esen migajas de lo poco que le quedaba de cordura. En ese momento, me invadió una paz oscura, una calma en la que podía escuchar ca

Obtenga su bonus en la App

Abrir