Soy Suya Señor Karl.
ir
semejante cosa? Apreté los puños con fuerza mientras observaba la sangre que brotaba de su brazo, como
y mientras acercaba la cuchilla a su piel, intenté controlar mis nervios. -
lla con cautela, sintiendo el metal desgarrar la carne como si el dolor fuera mío. Pero él, inmóvil, ni siquiera mostraba un solo gesto
había quitado sus oj
- murmuró, casi com
usara daño, aunque él no reaccionaba en absoluto. Finalmente, logré sacar la primera bala, mis mano
or?- pregunté, inte
erida hasta que salga toda la
que hacer eso
ten.- Su tono era frío, inflexible.-A partir de ahora
pués no se queje.-No pude evitar un ligero toque de
pa eso,- dijo, con
a un ser sin alma. Terminé de limpiar hasta que la herida quedó desinfectada y luego, Mijael se lo costuro sin aneste
ra la fiebre,- le sugi
en un tono cortante. -Ya no necesi
segundo. El hombre asi
or. Llámeme si
que tienes debes cuidarla
o que apenas disimulaba el cansancio. -No se
in miramientos. Y mientras tanto yo seguía ahí de
mirando hacia la ventana. No supe qué pensar de él. ¿Qué clase de persona era, tan inexpresi
y sentándose para tomar un poco de agua, se
onarle, pero la inquietud no me abandonab
za. -No. Solo voy a
é pensar, finalmente cerré la puerta, dejándolo en esa extraña quietud que me hacía dudar si estaba ante un hombre o ante un ser sin alma. Su
*
da estaba en sus manos. Solo tenía que obedecer. Sabía que no me haría daño, al menos no después de cómo me trató el
. Su frente ardía, y aunque él era un hombre fuerte, se veía débil y vulnerable
epente me acordé de esas extrañas cicatrices, aquellas marcas que había visto la noche anterior en su espalda y hombros. Marcas de bala y golpes d
de su piel marcada. Mi corazón latía fuerte, confundida entre el deseo de ay
solo con él... Madre, regresa, po
siempre había sido tan firme, se había quebrado en un sus
o él seguía atrapado en su sueño, pe
odio, odio todo lo que soy por tu culpa... odio tu maldita raza... -Que estará soña
io. Intenté llamarlo de nuevo, pero solo obtuve silencio. Su piel seguía ardiendo, su cuerp
un aliento pesado, como si acabar
susurré, sorprendida de la
tono ahogado. Pero su piel estaba ardiente, y su
nte para comprobar que no estaba imaginando. Karl me observó
s rodeándome, sus manos, firmes, aferrándose a mí. Era como si quisiera mantenerme allí, como si m
?-Negó elevan
. -Quiero sentir tu cuerpo junto al mío.- Sus palabras me dejaron helada. Sabía que, técnicam
ía sentir su aliento cálido rozando mi piel, el leve temblor en mis mano al sentir una sensación extraña. Antes de que pudiera procesarlo, me besó en el cuello,
ón, y sus manos bajaron lentamente
corazón golpeaba como si quisiera escapar. No tenía opción, sabía que debía quedarme quieta. Él tenía control sobre mi vida a
do alguna vez. No era el beso de un primer amor, sino el de alguien a quien le habí