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Soy Suya Señor Karl.

Capítulo 6 Mia.

Palabras:1733    |    Actualizado en: 12/01/2025

a

ó salir del país. Solté un suspiro largo y pesado,

l, mirándolos con furia-. ¿Cómo es que no

trificados, mient

-intentó explicar uno

cándome a ellos-. ¿Cuánto dinero les he dado para que vivan bi

r, pero..

n presas frente a un dep

la mercancía por la frontera.

dejé te

ncía al tren. No pienso perder más tiempo. Necesito que el opio llegue a destino. Así que, todos los millo

reocupe. Haremos tod

i mano derecha en estos

la frontera y asegúrate

órdenes

pero antes debía ver a la chica. Me quedé en el salón, esperando a que terminara de vest

o la voz-, ve y trae a la

a-. La apresuraré y me aseguraré de

í en el club no era un mal comienzo. Tal vez después podría usarla como una esclava. La idea de verla desnuda, recibiendo castigo

y oscuridad, un reflejo de mi alma. En la pared, colgaba un retrato de mi padre, su sonrisa maliciosa me obser

piel... ese maldito color. Lo odiaba. Me recordaba el desprecio de mi padre. Él nunca quiso que fuera rubio. Me lo recriminaba, como si yo hubiera

mirada cuan

ando su rostro con un dedo-. Quiero qu

pondió, con una

gusta

e. Le tomé la mano y la hice girar, mientras mi otra mano se desli

dola fijamente-. Recuerda que esto

ó sa

que eres para

señ

escucharlo d

ñor -murmuró,

Me acerqué a su altura, disfrutando

le dije, casi en un susurro-.

zo mientras caminábamos hacia la limusina. Cuando ent

o listo? -

, s

rá hoy, quiero

e guste

-ordené, acomodán

eñor -dijo con su

hacia

llamas? -l

e es Nair

sonido en mi boca-. Un nombre c

, s

paredes tienen ojos y hasta las cercas pueden ser

aré lo que usted quiera, pero... por favor,

ando una mano

omo si estuviera saboreando su desesperación. -¿Y quién es tu

ó ella, con un hilo de v

endo cómo evitaba mi mirada,

as desafiarme, podrás verla de

, s

s pequeñas y deterioradas por las que pasábamos, sombras pasajeras de un mundo que poco me interesaba. Desp

gunos me saludaron con gestos

o. Ya está la mejor mesa para usted -dijo u

re por favor -respond

ecido en silencio todo el tiempo, caminaba a mi lado, con los hombros tensos y los ojos inq

unos dueños de condados, otros magnates de la ganadería. A su lado, cada uno tenía una mujer; algunas reían nerviosas, otras

ia, se acercó a nuestra mesa co

ón para lo que usted quiera -dijo,

ición -respondí sin siquiera mirarla. Sabía que mi

a, quien seguía sentada, nerviosa. Me giré hacia

a mirada -

do y rencor, pero obedeció. Alzó la cabe

a que parecía más bien una burla-. Qué herm

quisiera recordarme algo. Susurró algo,

a habitación siempre es

ara el señor Karl.-Mencionó

a lentamente hacia Tania, con una mirada que dejab

bajo pero firme-. Y eso lo sabes muy bien. Ahora, s

bra, comenzando a atender a los demás hombres de la

ber algo?

té mi mano y le pedí al mesero una copa para ella. No me importaba

eb

ente, viendo cómo arrugaba la frente al sentir el ardor del licor en la g

y le tend

a par

. Ella comenzó a moverse, insegura al principio, pero luego se fue soltando al compás de la música. Yo la observaba con una

te, sin decir una palabra. El tipo, intimidado, retrocedió y vol

a copa, pero aún con gesto de disgusto. Quería romperla, hacerla sentir viva, porqu

pie, alza

l espacio-, es mía. No permito que la miren con otro

n todos al unísono, sin

mente, pero podía sentir su miedo. Le sonreí y acerqué mis labios a los suyos. Fue un

ad, que iba a cumplir con mis deseos más oscuros, i

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